Elogio a los profesores de merito por el cincuenta aniversario de la Escuela de Historia

Compañero Ms. Miguel Díaz Canel Bermúdez, Ministro de Educación superior
Distinguidas personalidades que presiden este acto
Queridos colegas que forman parte de esta ya bella tradición que enmarca la enseñanza de la historia de Cuba en estos cincuenta años gloriosos de revolución vivida,  sentida y pensada. Compañeras y compañeros:

Ante todo quiero expresar el honor que los organizadores de esta acto me han conferido al designarme para pronunciar las palabras de elogio por los cincuenta años de existencia de la carrera de historia  y por el no menos honroso de pronunciar estas palabras de elogio  a los profesores de mérito de nuestras disciplinas, que personifican al claustro todo de la carrera de historia.

Hace cincuenta años en el marco de la profunda reforma universitaria que entraba en vigor, surgió, por primera vez, la carrera de historia en el universo universitario. Su creación materializaba el sentir, y el pensar  los cambios profundos que se estaban operando en el país, heredero de nuestra tradición de pensamiento.

Si revisáramos la producción literaria cubana de los últimos tres siglos, encontraríamos en ella que la historia, al estilo de cada época, estuvo presente en cada generación de cubanos. Como pocas la  producción historiográfica acumuló conocimientos pero sobre todo una pasión por Cuba y por su historia que llevó latente la necesidad no ya de una continuación sino de una superación permanente y constante. Con el nacimiento de la republica mediatizada, surgió la necesidad de empezar  a dar forma a la historia de una nación que apenas esbozaba, cercenada, sus primeros pasos. Fue el campo de las ideas y de los estudios históricos donde se dieron los más fuertes debates en defensa de una ya histórica cultura, aun sin forma y de una cultura histórica que nos ayudara a entendernos a nosotros mismos y a estudiar nuestros problemas. Durante años el debate fue de personalidades más que de escuelas o tendencias historiográficas; pero esas personalidades permitieron elevar los estudios sobre la historia de Cuba a niveles de respeto internacional. Ramiro Guerra, Emilio Roig, Fernando Ortiz, y tantos otros cuyos nombres apenas si aparecen en las referencias históricas como Enrique Gay Calvó, Emeterio Santovenia, José Luciano Franco, Erminio Portel Vilá, Leopoldo Horrego Stuch, Griñan Peralta, Elias Entralgo y Roque Garrigó. Estas referencias solo sirven, en este caso como un muestrario de aquellos que  permitieron iniciar un proceso revolucionario en el campo de los estudios históricos. No  obstante, nuestras universidades carecían de una carrera de historia que diera coherencia, sobre todo en la perspectiva metodológica e investigativa a los estudios históricos; que sistematizara, que profundizara, con rigurosos métodos académicos estos estudios.

La carrera de historia, que nace en 1962 en nuestras universidades y, en particular, en nuestra Universidad de la Habana, es hija legítima de un proceso más amplio que transformaba todo el país: de la revolución cubana. Tal como había pronosticado Julio  Antonio Mella, era necesaria una revolución social para que se produjese una reforma universitaria. Los profundos cambios que se operaban en todo el país necesariamente debían producir una revolución universitaria capaz de generar los científicos y profesionales que permitieran iniciar una marcha ascendente desde el conocimiento en las más variadas especialidades. Llamose entonces reforma universitaria por razones históricas a lo que en realidad era una profunda revolución.

No era tampoco la revolución universitaria, un hecho aislado sino que era una necesidad como consecuencia de la verdadera revolución cultural del país. La campaña de alfabetización, la del sexto grado, la de noveno grado, la creación de las facultades obreros campesinas, la promoción de la lectura, bajo la premisa antidogmática fidelista de “no le vamos a decir a nuestro pueblo cree, sino lee”, condicionó todo un ambiente social y cultural en el cual la historia se convirtió en el centro mismo de los debates y conversaciones cotidianas.

Fue la escuela de historia una hija legitima de este proceso, no solo porque la revolución era una revolución histórica sino también porque era más necesario el conocimiento de nuestra historia para las presentes y futuras generaciones. Por otra parte, hay que reconocer que los estudios  sobre nuestra América Latina, África y Asia eran rarezas  y por lo general inconexos y con información extremadamente limitada. Crear una escuela de historia cubana implicaba un amplio curriculum de asignaturas, tanto de formación cultural, como metodológica investigativas a lo cual se añadía el estudio de la historia universal, en primer lugar de America Latina, Asia y África desde nuevas perspectivas que permitieran graduar investigadores capaces de penetrar en todos estos campos del conocimiento. Se partió prácticamente de proyectos, incluyendo las asignaturas que debían irse modelando, perfeccionando y ajustando en la medida  que se ganara experiencia, se profundizara en los conocimientos, desde una amplia perspectiva y se experimentaran las primeras investigaciones. La reforma universitaria le dio a la carrera de historia el espacio de una escuela dentro de la facultad de humanidades; durante 14 años desarrolló y dio base a los estudios históricos universitarios. Aquel primer claustro tuvo nombres de extraordinaria valía para los estudios posteriores. Algunos más reconocidos, por sus obras, como Alejo Carpentier, Estrella Rey, Hortencia Pichardo, Manuel Galich, Sergio Aguirre y Fernando Portuondo. Otros trabajaron en la formación de un pensamiento histórico, de una estructura docente o simplemente en el cotidiano  enfrentamiento del aula como Sergio Benvenuto, Carlos Díaz, Gustavo Du Bouchet, Carlos Fontanella, Olga López y Beatriz Maggi.

Si mérito tiene iniciar una obra, no menos lo tiene continuarla, profundizarla, sostenerla y cuidar de su calidad y de su capacidad de estar presentes en cada una de las circunstancias que así lo amerite. Durante cincuenta años, día a día, mes tras mes, año y año, el claustro se renovó, se enriqueció y sostuvo, la calidad de la docencia y su entrega desinteresada a todos los abatares que nuestra historia mas reciente ha tenido que enfrentar. Milicianos y milicianas todos, desde los batallones universitarios hasta la Milicias de Tropas Territoriales, durante años cubriendo las más diversas formas de los trabajos productivos -los más veteranos recordaran aquellos tres por uno en el campo y en las cuidades- las investigaciones en diversas partes del país y, como colofón, una producción intelectual que aún esta por evaluar y cuantificar pero que hoy son armas certeras del conocer nuestra historia para hinchar la cultura, las ciencias, las artes y todo aquello que se relacione con  los semillas y frutos de una cubanidad labrada con el cincel delicado del artesano de la historia. No puedo menos que hacer referencia, aunque no los puedo nombrar a todos,  de los más de cuarenta profesores y trabajadores de la carrera de historia  que ya hoy no nos pueden acompañar. En esa lista estarían los nombres de pilares como Manuel Galich, Carlos Fontanella, Olga López, Sergio Aguirre, Sergio Benvenuto y  Gustavo Du Bouchet. Otros como Pablo Arcos, Ramón de Armas, Bertha de Malas, Mirian Fernández y María Antonia Marquez se nos fueron demasiado pronto. Pero como no recordar entre nosotros a esas figuras que sostuvieron el quehacer científico y los conflictos cotidianos de nuestra escuela. Quienes no recuerdan a Sara Fidelzait, con llave al cuello, cuidando la biblioteca de la escuela de historia, que ella, paciente, meticulosa y exigente iba armando o María Isabel Dueñas, la secretaria inolvidable de la escuela. Un día como hoy creo que rendimos tributos también, al rendírselo a la obra, aquellos que tanto contribuyeron a ella.

Existe, sin embargo, un modo de expresar cuanto la escuela de historia ha significado, significa y significará para la historia de nuestra universidad, y de toda la universidad cubana. Y es que hoy rendimos especial homenaje a los nuevos profesores de mérito de la Universidad de La Habana que forman parte de este claustro de historiadores. Creo que también lo hacemos al expresar nuestro elogio, a los profesores de méritos ya desaparecidos, Sergio Aguirre, Manuel Galich, Pelegrín Torras, Armando Entralgo y Enrique Sosa.

La Universidad de La Habana, al conferir la condición de profesores de mérito, reconoce el aval científico, docente, moral y ético de los que así se le otorga esta condición. Reconoce también su condición de investigadores, estudiosos y revolucionarios que han estado, no un día, ni un mes, ni un año, por el contrario han entregado su vida, sus horas de desvelo, sus renuncias a descansos y placeres por la obra de dar a los estudiantes, a sus compañeros  y al pueblo todo de Cuba, la pasión por la creación; la pasión revolucionaria por un pueblo más culto, más conocedor de si mismo y con un lugar internacional respetable por la calidad de la obra que han realizado. No son  los años de servicios los que dan el mérito; son los años de entrega y creación; es la obra de formación; es el resultado con calidad.

Siento especial orgullo al mencionar sus nombres porque a todos ellos me une el respeto, el reconocimiento a lo que vi que creaban en un aula o en un libro. Me une el respeto y el cariño que solo nace de una admiración personal, porque se que los que se aproximen a sus vidas y a sus obras, comparten conmigo estos sentimientos. Me refiero a la doctora María del Carmen Barcia que si bien ya pudiera acumular títulos suficientes para gozar de un apacible retiro sigue hoy más activa y más profunda en la medida que la experiencia le ha ganado el espíritu. Muchos la recordaran como profesora de Historia Antigua o como la joven  directora de la escuela de historia, y aunque no esta en la lista de los primeros fundadores de la carrera, ello solo es por meses. La Dra. Barcia Zequeira ha dejado ya una obra escrita  la cual es imposible no consultar. También recibe su condición de Profesora de Mérito Digna Castañeda, de las primeras alumnas de la escuela y que representó la entrada en la universidad de los sectores más discriminados de nuestro país, mujer, negra, enfrentó prejuicios e hizo una obra; no menos significativo es el profesor de merito de la Dra. Lilian Moreira,  rigurosa, siempre al tanto de los detalles, en el aula y en la escritura, ella simboliza aquellos latinoamericanos que nos llegaron para hacernos crecer y para crecer ellos mismos en el estudio, en la creación, en la entrega como lo fueron Sergio Benvenuto, Miguel Abdala y Manuel Galich.  Cuando empezaron los estudios sobre historia de America Latina en nuestra escuela hubo un reducido grupo que empezó a darle sentido a la historia de América Latina, no como naciones aisladas sino como un todo interrelacionados; como parte de ese grupo, destacado en las aulas por su modo de hacer y decir esa historia y a la vez como escritor prolifero de la historia mas reciente de nuestra América, también recibe su  condición de Profesor de Merito el Dr. Alberto Prieto Rozos. Constantino Torres Fumero, esa vocación pedagógica de nuestro claustro, cuya amplia experiencia la ha puesto siempre en función de nuestros estudios y de nuestros estudiantes al recibir el Profesor de Merito, también dignifica esta condición. Todos ellos tienen  mas de 70 años, requisito burocrático, pero lo más importante es que han consagrado sus vidas a la enseñanza y a la investigación históricas y todos ellos, en materias diferentes,  han inscripto en la historia de la carrera de historia importantes aportaciones,  con un gran sentido de pertenencia a nuestra universidad y a nuestra nación, aspecto que han caracterizado siempre a nuestro claustro. Creo que en un día de rememoraciones,  de festejos y de alegrías hay que unir a estos nombres el de otros dos profesores de mérito del área de historia de nuestra Universidad. Me refiero a la Dra. Áurea Matilde Fernández y al Dr. Alejandro Gracia, que, a pesar de sus edades, se mantienen activos en la docencia y en la ciencia. Otros dos  nombre le dan lustre al cuadro de nuestros profesores de mérito los de los doctore Eusebio Leal Spengler y  Juan Niury.

Al rendir tributo de homenaje y reconocimiento a nuestro profesores de mérito, al sentir vibrar de emoción el corazón todo, y de todos, creo necesario expresar que no es poco lo hecho, como también lo deshecho. Duras has sido las últimas décadas con perdidas notables en varios terrenos lo más importante son los retos que tiene hoy el claustro de historia  de nuestra y de todas las universidades cubanas. La historia a la altura de la más rigurosa historia universal; nuestra historia, la de Cuba, la de América Latina, la de África, la del Caribe, exigen hoy un reanálisis con el mismo espíritu de la iniciación  pero también dejando a un lado la letra muerta.

Reciban los nuevos profesores de mérito, con estas palabras el agradecimiento de alumnos y profesores por ser, por estar y por compartir. Reciban todos, profesores, trabajadores y estudiantes, todos los que han vivido, día  a día el fragor de las aulas universitarias, la felicitación por nuestro medio siglo de existencia y, con él,  el estimulo para lograr, cada vez más, la carrera que  debe estar a la altura de su tiempo.  Muchas Gracias.