La Constitución Gaditana y el negro en Cuba

Dra. Olga Portuondo Zúñiga
 
La esclavitud a la que fue sometida la población africana y sus descendientes en la isla de Cuba desde los inicios de la colonización ejerció un papel determinante y durante la etapa de las discusiones en las cortes constituyentes en la puesta en práctica del Código Constitucional.

Más aún, si se tiene presente que en las postrimerías del siglo XVIII la oligarquía criolla pugnó por insertarse en el comercio mundial de productos tropicales mediante el fomento plantacionista y vio la dorada oportunidad en el momento de la revolución haitiana.  Si bien los enormes dividendos que se prometían,  no cegaron a los propietarios de esclavos, si prefirieron arriesgar su estabilidad política  mediante el  incremento de bozales y, en particular, el de la población libre negra y mestiza.

1808-1814

Los acontecimientos se desencadenaron rápidamente cuando la oligarquía criolla intentó en 1808 formar una Junta como las de la península –con el consenso del capitán general Marqués de Someruelos y liderada por su ideólogo Francisco de Arango y Parreño—  para evitar el desorden y ante la perspectiva de un posible traspaso de la Isla a Gran Bretaña, la que acababa de abolir la trata. Los funcionarios españoles temerosos de que monopolizaran el poder los habaneros  lanzaron contra estos a la población libre de color y esclava.

Los miembros del Cabildo habanero ya habían dirigido una representación a la Junta Suprema Central Gubernativa del Reino de España e Indias donde exponían los peligros externos e internos que amenazaban al país, por el número tan grande de libertos y esclavos, además de  la  múltiple división de la autoridad superior. Se insistía en la necesidad de que se le diera el lugar correspondiente “a más de 300 000 Españoles que con tan grande numero de libertos y esclavos, y tanto provecho del Estado ocupan la primera conquista que nos queda de Colon” y también se subrayaba la necesidad de reformas al sistema mercantil.1 Se arremete despiadadamente contra los inmigrantes de Saint-Domingue asentados en la Isla, dicha representación decía que la mayoría de los franceses vivían amancebados, que sus negros trabajaban en días de fiestas y no se bautizaban ni instruían en la religión. Pedía la expulsión de los negros libres y esclavos procedentes de la antigua colonia francesa,  al punto de preferir el retraso de la agricultura a la permanencia de aquellos inmigrantes.  La población de color libre de inmigrantes estaba presente en todas las ocupaciones, incluso como propietarios de inmuebles. No se les había otorgado la naturalización ni siquiera a los arrendatarios y, como los corsarios, resultaban a los ojos de las autoridades españolas los más peligrosos por su filiación política republicana y revolucionaria

El capitán general trató de contener el estallido que se vislumbraba, más tarde asegurará que ya habían comenzado las Juntas de Vigilancia a requerir la salida de muchos franceses, según los negocios de cada uno. La tarde y la noche del 21 de marzo de 1809 tuvieron lugar graves ocurrencias que provocaron muertes y saqueos de casas. Jóvenes libres de color y esclavos persiguieron a los franceses en las calles y hasta en sus  viviendas, les dieron muerte y asolaron sus habitaciones.2 Los escandalosos sucesos duraron hasta la mañana del 22 y parecía que se extenderían  a los campos y sobre los propietarios criollos.3

Se cerraron las puertas de la ciudad, las tiendas y oficinas públicas. Éste día y al siguiente,  Someruelos imprimió dos  bandos para exigir la retirada de los libertos a sus casas y la recogida de  los esclavos, así como la devolución de lo robado por vagos y perdularios  a los franceses y a algunos españoles. Prohibió las cuadrillas de más de cuatro individuos después de las ocho de la noche y sin farol en las calles; y que deambularan las volantas, si no eran de alquiler.4

Desde que se instigaran a  negros y mulatos contra los bienes de los franceses, muchos alimentaron su exaltación. La oportunidad de armarse en las milicias  contribuyó a lucubraciones  entre sus tropas y juramentarse para planes, no siempre muy bien definidos.  A ellos se sumaría un grupo de libertos artesanos que formaban el batallón de pardos y morenos de las milicias  urbanas disciplinadas.5

Bajo la doble presión: control de la península por los franceses y el inicio de las luchas por la independencia en la América, las Cortes extraordinarias decretan la igualdad de derechos entre los españoles peninsulares y ultramarinos (indios, blancos y mestizos);  al mismo tiempo que,  una amnistía para el olvido de lo ocurrido en las provincias de América, lo que también  implicaba el reconocimiento de la autoridad imperial. Más adelante,  se decidiría acerca del número y forma de los diputados americanos en la representación nacional. Quedaban fuera los negros y mulatos originarios de África y sus descendientes.

Los debates de 1811 sobre el tema ultramarino se centraron en la ilegitimidad de una Constitución que marginaba de la ciudadanía a una parte importante de los americanos. La igualdad electoral implicaba la mayoría en las Cortes de los representantes del Nuevo Continente, aunque la debilidad de sus diputados era que hablaban únicamente por sus oligarquías. Claro que hubo matices y falta de unanimidad, según las regiones y acorde con el papel de la esclavitud en cada una de ellas. No obstante, hay que decir, que aún con palabras agresivas, muchos diputados americanos defendieron el derecho de los indígenas, menos el de las castas pardas o negras de origen africano,  por los prejuicios prevalecientes. En todo caso, la no aceptación de las mismas limitaba el número de electores y, por consiguiente, la voluntad de aumentar los elegidos.6 Las Cortes no abolieron las Leyes de Indias, que privilegiaban al indígena, pero restringían sus derechos ciudadanos desde   un supuesto arcaico paternalismo;7 en cuanto a los estamentos  de origen africano,  se les excluyó del derecho de representación y del ejercicio electoral con el pretexto de no ser “naturales” de los dominios españoles, todo lo cual quedaba involucrado con el tema de la abolición de la trata y de la esclavitud.

El 25 de marzo  de 1811 el diputado propietario y sacerdote mexicano de Tlaxcala,  José Miguel Guridi y Alcocer propuso la abolición de la trata, una ley de “vientre libre”, suavizar la situación del esclavo y la paulatina redención de la esclavitud mediante un sueldo al subyugado para adquirir su libertad.8 Esta representación fue  apoyada –inspirada por el modelo inglés—, en lo referente al tráfico de esclavos,  por el diputado de Asturias,  Agustín de Argüelles.9 El asunto era muy delicado puesto que los compromisos contraídos con Gran Bretaña10 vislumbraban una posible exigencia de abolición de la trata en los dominios de la corona española.

La voz de Andrés de Jáuregui era la del grupo de aterrados plantadores criollos de la isla de Cuba que no aceptaban siquiera discutir a puertas abiertas aquel asunto tan delicado para su colonia.  El temor y la prudencia salpicaban sus palabras cuando conjeturaba acerca del conocimiento público  en la Isla de lo que allí se trataba e insinuaba, “puede comprometerse el sosiego que felizmente reina en una posesión tan interesante en  todos aspectos”.11 Bernardo O’Gavan, diputado por Santiago de Cuba,  no había tomado aún posesión de su asiento, pero sin duda era contrario también a la abolición.12 

Para sellar la opinión irrestricta de los plantadores de la isla de Cuba, el doctrinario de la sacarocracia Arango y Parreño elaboraba rápidamente un copioso y aplastante alegato por encargo del  Ayuntamiento, el Consulado y la Sociedad Patriótica de La Habana. Manuel Moreno Fraginals lo cataloga como el más sincero de la sacarocracia,  pero  también  como el más cínico.13  A consecuencia,  la deliberación sobre el tema de la esclavitud se pospuso  por inoportunidad hasta fijarse la Constitución: el alegato consistía en  la innecesaria urgencia para tratar sobre un tema tan delicado, el derecho  natural y consuetudinario de los criollos que les concedía   contar con una fuerza de trabajo,  de cuyo tráfico no eran responsables en orígenes. La astucia del alférez real Arango y Parreño se puso de manifiesto  cuando responsabilizó a los europeos por insertar la esclavitud en América o al referirse a la violación del derecho de propiedad, tan caro a los liberales de aquellas Cortes.

Argumentó sobre los puntos débiles de los abolicionistas, al mostrar las diferencias derivadas del  mestizaje “entre los dos extremos de blancos y bozales” y, por consiguiente,  los obstáculos para la inserción del liberto en la sociedad civil. Y agregaba, “en el estado actual, más tiene que temer la política, de las gentes de color puestas en libertad, que de las mantenidas en la sujeción y dependencia que la esclavitud produce”. Y hasta aprovechó aquella representación para insistir sobre la escasez de negros y dejar,  con absoluta convicción, sentadas las prioridades de su clase de forma magistral. No se volvió a hablar más del asunto, ante la perspectiva de prescindir de los jugosos donativos de la isla de Cuba –chantaje podría llamarse— y porque  justamente, la llegada a Cádiz de los negros y mulatos libres condenados por su participación en conspiración descubierta en La Habana.

El rumor de que en España se debatía la abolición de la esclavitud y la circulación de los Diarios de las discusiones y actas de las  Cortes,14 que recogían resúmenes de discursos de los diputados abolicionistas de la trata,  sembraron esperanzas infundadas en libertos y esclavos.15  Desde enero de 1812 se sospechaba en Puerto Príncipe una conspiración de los negros esclavos, según  informaba el teniente gobernador a Someruelos.  En virtud de un bando de indulto se presentaron en aquella villa 76 esclavos aduciendo que habían sido convocados a la revolución. Nueve esclavos fueron condenados a la horca, previo 100 azotes en la picota pública, por intentar levantar a la dotación del ingenio Ciego Najasa y promover la sedición general contra los blancos.16

En vísperas de las fiestas de san Blas, celebradas el 3 de febrero en  la villa de Bayamo,  se produjo el amotinamiento de numerosos  libertos que reaccionaron contra la prohibición de celebrar sus tumbas como en otros años.  Irritados   por la prohibición, formaron escándalo y amenazaron a los blancos con quemar el pueblo.  El fiscal licenciado Ignacio Tamayo consideró que no había  proyecto de conjura entre aquellos hombres y mujeres laboriosos, mucho menos para ser acusados de conspiración con los de Puerto Príncipe,  por lo que redujo las penas de exterminio total a que algunos habían sido condenados.17       

Libertos y esclavos,  participantes en La Habana de los motines sangrientos antifranceses y de la conspiración promovida por Román de la Luz,  continuaron su labor proselitista a favor de la abolición: el liberto carpintero José Antonio Aponte y un grupo de sus iguales  concibieron, en marzo de 1812,  un plan que incluía el alzamiento de dotaciones en ingenios cercanos a la capital.18  Se dice que sus líderes eran oficiales de las milicias de color que, alentados por ideas de igualdad, habían enviado recursos a las Cortes para colocarse al nivel de los oficiales blancos.19 En la memoria colectiva se formó el adagio “más malo que Aponte”, lo que subrayaba el significado aterrador de aquel movimiento para la alta clase criolla.                

Bien sea porque hubiera un complot de gran envergadura en la Isla o,  más bien, reacciones locales independientes a las aspiraciones naturales de libertad, lo cierto es que con poca diferencia de tiempo se descubrieron preparativos de insubordinación en sitios tan distantes como Remedios, Puerto Príncipe, Holguín y Bayamo.20

Demostraba que el miedo al liberto estaba ya justificadamente presente, que no era causa futura de imitación a Saint-Domingue. La respuesta del poder metropolitano en la colonia fue ejemplarizante. Se reiteró la aspiración de comercio libre, incluida la trata con África.

Amparados en las Leyes de Indias, los naturales muy mestizados de San Luis del Caney y  los de San Pablo de Jiguaní se quejaron del abandono en que los mantenía su protector. Del mismo modo, el apoderado de los cobreros –descendientes de los negros esclavos—  también aprovechó la coyuntura para reclamar ante el marqués de Someruelos la entrega de los terrenos que les  prometieran años atrás.21 En el Departamento Oriental  no existía una situación para el aborigen como pudiera existir en el Continente, mas la Real Cédula  de julio de 1811 sobre el buen trato a los naturales provocó tensiones entre los descendientes de indios y cobreros con la oligarquía criolla. Ésta  consideraba que “los terrenos que se dicen de Indios”, debían incorporarse a la Corona.22 El Consejo Supremo de Regencia dictó una Real Orden de 31 de marzo por la que el trabajo en las minas quedaba para el beneficio individual de los cobreros y de personas que quisieran ejecutarlo.23 No hubo aplicación práctica de semejantes decretos.

Las juntas provinciales no se formaron ni en La Habana ni en Santiago de Cuba y se desaprovechó la coyuntura propicia por temor a los libertos, negros y mulatos, como bien reconoce el ideólogo de la sacarocracia Arango y Parreño. La condescendencia de éste con el naciente liberalismo metropolitano quedó demostrada cuando se le otorgó el título de ministro honorario del Consejo de Indias.24 Será un diálogo entre sordos y ciegos a lo largo del siglo XIX,  atentos a este intercambio de ideas estarán los estamentos inferiores quienes madurarán su conciencia bajo los principios de igualdad y libertad.

La libertad de imprenta permitió informar a la opinión pública hasta de los abusos contra la gente libre de color, mientras las autoridades locales tuvieron que formar partidas para controlar y capturar a los integrantes de palenques que proliferaban en las serranías orientales,25 se reclamó al gobernador que interviniera para evitar el suministro de armas y municiones  a los cimarrones26 y para que tomara medidas  de control sobre el contrabando por la misma bahía.

La Real Orden de 29 de enero de 1812  autorizó el estudio de las Ciencias en las Universidades y el acceso a la carrera eclesiástica a los españoles de ascendencia africana.27 Imposible era su aplicación en la isla de Cuba,  porque iba contra el equilibrio de una sociedad en la cual el africano y sus descendientes se consideraban estamento inferior,   fueran esclavos o libres.  Recordemos, además, que durante las discusiones del proyecto constitucional, las cortes extraordinarias habían establecido la diferencia entre ciudadano y español. Basta leer alguno de los alcances de entonces, para comprender la fuerza de estas diferencias estamentales:

Pasaba la otra noche por la casa de un alcalde y curioso de ver el modo actual de distribución de justicia vi que se efectuaba un acto en que concurrieron algunos ciudadanos y un español. A los primeros se les dio luego asiento quedando en pie el español hasta la conclusión del acto. Mis reparos señor redactor, son éstos, que los españoles participan de la soberanía de la nación como individuos de la unidad soberana que delante de la ley o en el tribunal es donde más efecto tiene la igualdad moral decretada y sancionada por el augusto congreso y que no habiendo más que un solo fuero para toda clase de personas, la dicha preferencia no hace honor al respeto que hemos jurado tener a los soberanos preceptos, ni conviene al sistema actual de nuestra constitución.28

Eran puras utopías las del autor de este papel, tal y como lo demuestra otro impreso donde se comenta el atropello al español Tomás de la Caridad por el ciudadano teniente de caballería Nicolás Villalón: al pasar el moreno zapatero por la puerta de la casa de Villalón éste lo llamó para decirle que había puesto pellejo viejo en los zapatos nuevos que le había hecho. El suelto –gratuito a los suscriptores—  hablaba de abusos y de ultrajes por no establecer diferencias entre el libre de color y el esclavo y hasta cataloga de racista a quien llevaba a cabo las arbitrariedades enumeradas anteriormente.

Juan Bernardo O’Gavan se dirigió al Congreso para referirse a San Luis del Caney,  como reserva indígena  sometida a las Leyes de Indias,29 donde se habían abandonado las tierras asignadas por falta de estímulos;   representó los cuantiosos ingresos que podían recaudarse de las tierras arrendadas  con una buena administración y destinarlos a suprimir allí la ignorancia, la mendicidad y los vicios.  Sus regidores provenían de las familias mestizas con un antepasado aborigen. San Anselmo de los Tiguabos  formaba su Ayuntamiento el 29 de octubre de 1813 con una mayoría de electores pertenecientes a la familia Pérez u Olivares, descendientes de indios.30 En San Pablo de Jiguaní, la instalación del Ayuntamiento fue bastante tardía. De igual origen que El Caney, se caracterizaba por su producción tabacalera: sus capitulares provenían del cuerpo de vegueros o de los funcionarios de la Factoría.31 Hubo una llamada de atención a la Diputación Provincial para que considerara el temperamento de Santiago del Prado y del Caney; en esta última se empadronaron las tierras y se elaboró un reglamento para escuela de primeras letras.32

Se suponía que la constitución iba a significar un viraje y nada se movió.  Así lo decían diferentes textos que eran dirigidos a las islas españolas antillanas, como aquel que explicaba que la presencia africana no justificaba el mantenimiento de la dependencia al gobierno gaditano y  era factible la independencia,  la paz, además de conservar el “buen orden entre los blancos y negros de la América”.33 Entonces se produjo el retorno a la monarquía absoluta en 1814.     

Únicamente la influencia inglesa en la Corte fernandina enturbiaba la tranquilidad de negreros y dueños de esclavos. Momento culminante de estos temores se produjo con la firma de un tratado el 23 de septiembre de 1817 entre  Inglaterra y  España por el cual ésta se comprometía a abolir la trata en 1820 mediante indemnización elevada. Miles de esclavos entraron en la Isla durante el supuesto período de preparación para  su eliminación definitiva. Posteriormente,  las tensiones se aflojaron con el traspaso de la Florida a Estados Unidos, lo que estrechó más las relaciones con esta nación y colocó a Gran Bretaña en la  disyuntiva de golpear los puntos tradicionales del comercio en el Caribe,  como una amenaza abierta contra España, si esta cedía terreno,  y como una advertencia a Estados Unidos con relación a sus pretensiones de anexarse Cuba y Puerto Rico.34

Las miras políticas de Fernando VII quedaban bien claras al designar ministro togado del Supremo Consejo de Indias a Francisco de Arango y Parreño. Desde su toma de posesión en marzo de 1815, como consejero de Indias, Arango influyó en  numerosas decisiones, tras su  hipócrita aceptación para abolir la trata con Inglaterra dentro del Consejo: logró interesar al rey para impedir la supresión brusca hasta el acomodo de los plantadores, que un tercio de los cargamentos estuvieran constituidos por hembras africanas y  el aumento de la población blanca.35

Entre las solicitudes encaminadas a los Reales Consejos, el exdiputado Pedro Alcántara de Acosta,  elevó un memorial del cuerpo de morenos que procuraba la gracia de alzar bandera, vestir uniforme y gozar fuero militar como el de La Habana. Sus insólitos argumentos permiten vislumbrar la mentalidad de los criollos blancos: proyectaban evitar que los negros libres hicieran causa común con los esclavos, había que ganarse a los primeros para que pusieran atención en el sistema establecido concediéndoles cosas en las que mostraran el mayor interés, sin que fueran trascendentes. Las milicias de morenos eran los primeros en sufrir de trabajos y fatigas. Alcántara opinaba que no debían ser llamados a las armas si no se trataban como en otras partes de América, e insistía que por su corto alcance, necesitaban de objetos exteriores que excitaran  su entusiasmo, por ser muy afectos a las ceremonias y distintivos sin acordarse de otras cosas. No gravarían el erario porque adquirirían su uniforme y bandera del propio peculio, siempre se mostraban muy útiles y dispuestos a defender al Imperio aun contra los de su propio color, como cuando se recibieron los esclavos franceses, o en circunstancias en las que habían delatado a los de su clase. Serían amigos que defenderían su estado, su naturaleza; conformes, se aprovecharía su fortaleza africana ante la intemperie, su animosidad y capacidad de sufrimiento, cualidades formidables contra los enemigos. Acosta quería que se les omitiesen pretextos para el disgusto;  porque discurría que hasta los esclavos se consolarían al ver a sus semejantes en el disfrute de honores marciales  y aspirarían a obtenerlos con sus trabajos en la agricultura y las artes, mejorarían su conducta para imitarlos al adquirir la libertad, facilitada por el dulce y humano trabajo, por la atención filial que se les dispensaba en la Isla, tal y como lo probaba el número de libres que llegaban a más de seis mil en Santiago. 36

El Consejo de Indias pediría opinión al capitán general,  al cabo del año la respuesta era la siguiente: no era conveniente acceder a dicha solicitud, porque aumentaría “la fuerza armada y organizada de la gente de color a la que no igualaría la de blancos, y poder esto,  por consecuencia, traer resultados arriesgados, caso de conmociones”.

El consejo sugirió denegar la petición y mandó sobreseer el expediente sin dar resolución, porque también la negativa “puede producir disgustos y quejas que convienen evitar en las actuales circunstancias”.37

En San Pablo de Jiguaní como en San Luis del Caney por estar muy mezclados con españoles, negros y mulatos.  podrían suprimirse los protectores de indios,  quienes supuestamente tenían la encomienda de velar por los mismos desde la fundación de ambos pueblos y que, lejos de ello, se dedicaban a esquilmarlos y apoderarse de los llamados fondos comunales.38 Si los protegidos reclamaban, todo devenía en grandes litigios interminables e incosteables. En San Pablo de Jiguaní, los protectores no justificaban sus gastos imaginarios, se apoderaban de fondos y rentas de propios sin especificar el sórdido manejo. Además, contribuían a que sus alcaldes, mediante componendas, fueran siempre los mismos. Una Real Cédula en mayo de 1816 había demandado mayor información sobre los descendientes de aborígenes y las consideraciones del gobernador fueron muy similares a las del exdiputado a Cortes. ¿Por qué se interesaba el gobernador en aquella comunidad olvidada?; pues por el incremento de palenques y acimarronamientos,  ya que jiguanisenses y caneyenses eran expertos monteros y rancheadores:

Los negros esclavos no podían alquilar casas, ni usar armas cortas, ni siquiera el machete largo en el campo, ni andar por las calles después de la retreta o pernoctar fuera de la casa del amo o regentear un taller de cualquier oficio.39 Todo lo cual justifica el crecimiento del número de cimarrones y de palenques y el temor a que la vecina  Haití interviniera, de producirse un alzamiento de los esclavos.40

El gobernador del Departamento Oriental Eusebio Escudero aplicó medidas draconianas para el control de los esclavos, opinaba que había que hacer sufrir al esclavo y examinó soluciones para eliminar los palenques. Pero no fueron tan efectivos estos métodos e intentó valerse  de otros más “diplomáticos” que sorprendieran la buena fe de los apalencados. Es así como se envía a un sacerdote que llevaba la misión de proponer la libertad a los jefes principales, la entrega de los miembros del palenque para que luego denunciaran y capturaran a sus antiguos compañeros con la oferta de concesiones.41 No caerían  los alzados en la trampa,  puesto que éstos poseían  una pragmática cultura política que les permitía comprender, a esas alturas, que era precisa la absoluta libertad de todos,  pues no se trataba de  una cuestión individual.

Fueron numerosos los asaltos a las haciendas por los acimarronados y frecuentes las incursiones de rancheadotes sobre los palenques de la región más oriental de la isla de Cuba: al de Limones, en varias oportunidades al del Frijol, al de Quibiján.42

El monarca no concedió ningún provecho específico al resto de las categorías y clases de la colonia, sino que los intereses estamentales fueron afirmados gracias a las teorías liberales. No es extraño, pues, que las capas bajas de la población simpatizaran de inmediato con el cambio del sistema, es decir, cuando se supo del retorno al constitucionalismo en 1820. En este terreno abonado se sembraron mucha de las conspiraciones que florecerían durante el Trienio Liberal,  y más adelante, en las cuales  participaron todos los niveles de clases de la sociedad criolla.

1820 -1834

Y mientras tanto,  la isla de Cuba  gozaba de prosperidad y se constituían enormes fortunas con la abundancia de brazos forzados africanos. En el cenit de la riqueza económica, la oligarquía habanera miraba con temor aquellas acciones que podían soliviantar a los estamentos de pobres blancos y libertos, hasta el punto de romper el equilibrio: “La razón es clara: en los continentes, los siervos estaban en razón de 1 á 10. Los libertos aun en más proporción. ¡Entre nosotros! Vale más no hacer el cálculo para no errarlo y aterrarnos”, 43 descanadamente decía en un discurso Francisco Javier Lamadrid, líder de la  masonería de la oligarquía habanera.

Paradójicamente, un Real Decreto de 24 de abril de 1820 se exigió a los curas párrocos y a los maestros de primeras letras se explicara la Constitución, lo que garantizaba la educación política de las ideas democráticas entre las masas populares. Imbuido de principios democráticos, el diputado habanero Félix Varela reflexionaba sobre la autonomía y respecto al tratamiento del esclavo. Hombre, es la palabra clave de sus textos; por cuanto reconoce la igualdad de derechos para el africano y su descendencia.  Alerta sobre el ansia de libertad de quien se siente excluido y no puede ser espectador tranquilo de los conflictos entre exaltados y serviles. “La rabia y la desesperación los obligará a ponerse en la alternativa de la libertad o la muerte”.44 Varela no quiere la destrucción del país, ni de la agricultura, ni el perjuicio para los blancos,  tampoco la lucha entre estamentos; de ahí su utópico proyecto sobre la abolición de la esclavitud.45

Mientras se lanzaban expresiones heroicas en el salón de sesiones del Ayuntamiento de Santiago de Cuba y de La Habana, como las de Libertad o Muerte, y se juraba por la eterna preservación de la Constitución,46 la pregunta clave que los hombres se hacían era: ¿Qué le había proporcionado al hombre común blanco o negro libre el  régimen del trienio liberal? La respuesta: Nada, o casi nada, como no fuera presenciar la forma en que la oligarquía se desgarraba en continuos y vacíos actos electoreros que no alteraban el panorama político, mientras en el terreno económico las cosas iban de mal en peor para todos. Y los propios hacendados, se revolvían contra la decisión de adiestrar a los milicianos porque los distraía de sus deberes laborales.

En Santiago de Cuba también se recelaba de la entrada de negros procedentes de Haití,47 de Santo Domingo y de Costa Firme por las ideas que portaban y porque el cimarronaje y los palenques se habían incrementado en la región oriental.48 Se prohibió el comercio procedente de los territorios disidentes, aunque no pudo impedirse la agresión de buques insurgentes en las costas de Baracoa, Manzanillo, Gibara.49 Continuaron las sublevaciones de dotaciones de ingenios y José María Callejas contaba que entre los negros esclavos se había preparado una sublevación para septiembre de 1823 con la que pretendían liberarse, para exterminar a todos los blancos y tomar el Morro, lo que pudo haber sido una mentira  de un opositor como el de la Constitución.50

A tiempo, se lucubraban soluciones drásticas de independentismo entre los jóvenes exaltados, motivados por el ejemplo cercano de las luchas continentales. Inmigrantes procedentes de las tierras insubordinadas regaban la semilla de la oposición en un terreno abonado por la ambiciosa incapacidad del liberalismo metropolitano y la inquietud de los bajos estratos de mulatos y negros libres,  a los cuales la Constitución gaditana había, decididamente, marginado como ciudadanos.

El capitán general Francisco Dionisio Vives desde 1823 aplicó una política cautelosa e intrigante durante los diez años que gobernó pero  firme a favor del dominio español en Cuba y prohibió rigurosamente las reuniones, porque

[…]  la clase de Pardos y Morenos libres aunque en general fieles a la Nación no dejarian de ceducirla y estimulado su amor propio y haciendoles nacer la idea de una exacta igualdad, con los mismos principios de derecho natural con que extraviaron a los de Costa Firme. Aun todavía había infinitamente más que temer de los negros esclavos que sacaran aplicaciones favorables a su clase de las imprudentes arengas en que se desenbolveran aquellas ideas en las tribunas de las sociedades permitidas con objeto de discutir materias políticas; y sus mismos amos se verian precisados a proveer por si mismos la seguridad particular y general de la Ysla.51  

En líneas generales,  no hubo mayores discrepancias entre las instituciones de la oligarquía habanero-matancera  para la aceptación del estado de excepción: por las dos terceras partes de pardos, morenos libres y esclavos de la población, por estar la Isla circundada de enemigos encarnizados, por las depredaciones de la piratería de Estados Unidos y la arribada a Cuba del derrotado Tomás Morales en Maracaibo, 52 en particular cuando se retornó a la monarquía  y la sacarocracia restableció la alianza con ésta. 

La isla de Cuba era su paraíso donde la trata clandestina importaba miles de esclavos anuales para extender la siembra de caña con la producción del azúcar a vapor en los ingenios occidentales,  y la caficultura hacía florecer las montañas orientales. El inglés Richard R. Madden, ofrece  los testimonios de los comisionados en La Habana por su gobierno, para el respeto de los acuerdos de 1817, los que demuestran que la trata, lejos de disminuir, se había incrementado: “La trata con esta isla es actualmente tan extensa como siempre, y es llevada a cabo, necesariamente, con mayor crueldad. La abolición, por parte de España, es, por lo tanto, meramente nominal”.53         

El censo de 1828 puso en evidencia la riqueza alcanzada por la isla de Cuba, al tiempo que la desigual composición racial con  más del 50%  de población de negros entre libres y esclavos.  De la importancia creciente de mulatos y negros libres propietarios y artesanos da pruebas el destacado historiador habanero Pedro Deschamps Chapeaux54, al igual que de la numerosa presencia en los campos  de lo que el sacerdote católico norteamericano Abiel Abbot llama monteros, campesinos blancos medios o humildes55 y se asombra del número de mulatos y negros libres.56

Pregúntese si no uno por uno á los individuos que gozan en la ciudad todos los bienes apetecibles de la vida, como á los que en las campiñas han sabido unir á  los trabajos rurales las comodidades de la opulencia; pregúnteseles repito, ¿si desean mudar de existencia política?. El hacendado, el comerciante, el mercader, el artesano difícilmente hallarán, aun en el día, un país sobre el globo donde con tanta facilidad asegure su subsistencia caminando siempre á la riqueza.57

Los hay que promueven la emancipación de los negros, a que convida el ejemplo de la vecindad de Santo Domingo, los hay á favor de Bolivar, que tratan de unirse á Colombia, los hay por la independencia absoluta, por la agregación á México, y a los Estados Unidos, y en fin los hay todavía exaltados constitucionales que perseguidos ú observados desean cualquier mudanza, por terrible que sea, á la esperanza de mejorar de fortuna, o despicar sus resentimientos

Vives constituía un régimen mucho más refinado y eficaz que amedrentaba y neutralizaba la autodeterminación,  mediante el convenio entre funcionarios de la metrópoli y  las altas clases coloniales para el latrocinio. Y el mayor de todos era el tráfico ilícito de negros. ¿Cómo era posible que, si en las altas esferas del gobierno español se tomaban medidas rigurosas para impedir la trata, esta continuaba en todo su esplendor? El rey había resuelto que todos los buques procedentes de África entregaran a su arribo en los puertos el diario de navegación al comandante de marina para que lo examinase,  y si tenía alguna sospecha de desembarco de negros diera cuenta inmediata al capitán general para que averiguara y castigara según las leyes; cualquiera podía denunciar la entrada de negros mediante contrabando y a los curas se les pedía inculcar la condición fraudulenta de este tráfico.58 No será necesario insistir, que los niveles mayores de fraudes se encontraban en las altas esferas gubernamentales,  entre  tratistas y sacarócratas.

Tema crucial era la preservación del orden interno, en particular,  la contención de la esclavitud. Al respecto,  no hubo puesta de acuerdo entre la Junta de Fomento y la comisión de hacendados que valorarían la propuesta de un reglamento de policía rural.  Se procuraba la quietud y seguridad en los campos, pero los artículos propuestos  ponían en precario la autoridad de los dueños, puesto que el cumplimiento dependía de una reforma en la designación de los capitanes de partido: el gobierno nombraría bianualmente en cada partido  para  capitanes, según una terna a propuesta  de los propietarios residentes;  cada capitán, a su vez, propondría una terna  para teniente. Nadie podía negarse a desempeñar estos cargos, al menos, una vez cada seis años, lo que era un fastidio para los hacendados,  como también muchas de las regulaciones propuestas.59 Ellos consideraban que era suficiente la obediencia y el respeto a los blancos y los goces, consideraciones y buen trato que éstos dispensaban a sus esclavos,  métodos que habían preservado a la isla de Cuba de  revoluciones como las de Santo Domingo. La experiencia  no interrumpida de paz, sosiego y felicidad podía ser suficiente para no innovar,  según aquellos que “procurando ensayar reglamentos y disposiciones de policía exóticas que no están en armonía con nuestras leyes muy benerables ni con nuestras costumbres”.60  Considerada la esclavitud como una institución odiosa y un mal necesario por la comisión de propietarios, el extenso párrafo que recogemos a continuación, denota el impudor de aquella clase con tal de defender las bases de su economía, y la defensa de métodos arcaicos de sujeción para mantener la inmovilidad de todo el sistema:

Pues con todo eso si se examina a fondo esta cuestion se vera que no puede concebirse una idea mas fatal y fecunda en desordenes que la de hacerle comprender a un negro aunque sea de modo mas vago que la autoridad publica ha venido a interponerse entre ellos y su amo o para mejorar su suerte o para reprimir los excesos que lo afligen, como dijo muy juiciosamente el Señor Síndico en su informe […] en el momento que el negro conozca toda la exactitud de estas ideas al parecer tan exageradas, no es menester mas que conocer el carácter del negro. Es tal la índole de esta raza infeliz de la especie humana lo menos en el estado de esclavitud que por lo comun cede mas al rigor que a la bondad. Se humilla tanto por medio del terror como se engrie y ensoberbece por la dulzura. El amo que quiere aliviar su suerte o moderando sus trabajos, o corrigiendo los excesos comunes en que casi todos los mayorales incurren se ven  en la precision de hacerles el bien sin que ellos lo perciban: al mas oprimido tiene que ponerle una cara severa y al que le lleva la queja mas justa por un artificio digamoslo así de la humanidad misma, no puede alargarle una mano socorredora sin mostrarle todo el ceño de la severidad. No quiere esto decir que sea menester maltratar a los siervos para tenerlos sumisos. No es imposible combinar la subordinación con la humanidad, pero no se puede tener con el negro la menor contemplación, no se puede aparentar más que dureza, por tanto la potestad del amo sobre ellos debe tener un carácter inmutable de fortaleza y de inviolabilidad, porque así como la correccion o la pena que se le impusiera a un mayoral por un exceso contra los negros, sabido por esos seria capaz de producir una revolucion así y mucho mas cualquier potestad que alcansace remotamente a moderar la autoridad de un amo seria suficiente para ocasionar mayores estragos. En un estado tan violento como la esclavitud, es imposible sujetar trescientas personas a la voz de una sola sin sostener por todos los medios inimaginables el prestigio de esa autoridad y hasta los terrores del miedo porque toda la fuerza moral que mantiene este equilibrio no consiste mas que en aparentar constantemente un rigor estremado estudiando el modo de escusarlo sin riesgo.61

La situación que presentaba el Caribe desde 1830, como consecuencia de los movimientos revolucionarios en Europa,  era alarmante: en Martinica  se desencadenaba una conspiración de toda la gente de color; también en Cartagena de Indias, en los estados norteamericanos de Virginia y Carolina del Sur. Influidos por las sociedades metodistas,  bautistas y abolicionistas, en Jamaica  hubo  un levantamiento de esclavos, que impidió aplicar la abolición mientras subsistía la rebelión. Los  cabecillas fueron fusilados después de un consejo de guerra y el resto de los perseguidos lograron escapar o volvieron a sus faenas.62 Tras los sucesos en las Antillas, la inseguridad se manifestaba en cualquier momento.63  Un gentío inmenso para presenciar una ascensión aerostática en el campo de Marte, ya era motivo para asegurar haber oído a los negros libres expresiones subversivas “que revelaban algún proyecto de insurrección contra los blancos” en el momento en que se diera el primer cañonazo como señal de elevación del globo.64

Vives consideraba que los negros eran incapaces de organizarse para reclamar sus derechos, que la influencia de los blancos era la que los impulsaba y podía llevar a la ruina la colonia vecina inglesa, la que se convertiría en un mal ejemplo en el resto de las Antillas.  Por tanto,  prohibiría drásticamente la introducción clandestina de esclavos de Jamaica previendo sus consecuencias para la Isla.65

El gobernador del Departamento Oriental José Santos de la Hera logró unificar los mandos del Departamento Oriental al tomar posesión del gobierno político desde el 16 de febrero de 1832 –sin dejar su plaza de Segundo Cabo—  y es que la situación se volvía realmente tensa con la inminente orden del parlamento británico para que en la vecina isla de Jamaica se diera libertad a los esclavos y temerse  la conmoción que pudiera provocar la oposición de los hacendados.66.  Amedrentados por la proximidad de Haití, los propietarios de esclavos recibían informes de posibles desembarcos de la vecina república negra,  con el objetivo de liberar a los esclavos para enfrentarlos a sus amos.

El gobernador interino del Departamento Oriental, Juan de Moya buscaba la tranquilidad, el reposo y la seguridad de los habitantes agrícolas, turbados por frecuentes invasiones de los negros cimarrones a las haciendas de los más pudientes y hasta en poblados pequeños robaban y destrozaban todo cuanto estaba al alcance de sus manos. Causaban desórdenes entre los esclavos obedientes,  que se dispersaban por temor y abandonaban las fincas de sus amos.67 Se quería poner remedio oportuno y eficaz por lo que a cada hacendado se le exigió una relación de los esclavos prófugos de diez años atrás, para regular las fuerzas que debían emplearse en su persecución.

Creció el número de negros y mulatos libres procedentes de las colonias extranjeras y de Costa Firme. En las festividades de san Juan, san Pedro, Santiago y santa Ana se prohibió a cualquier persona, independientemente de su clase y condición, que se hicieran carreras de caballos y llevaran trajes de comparsa que pudieran violar las reglas de pudor y honestidad. “Del mismo modo se prohíbe el que las conversaciones, chistes, chanzas, cantos y demás jovialidades falten al decoro debido a un público ilustrado ni se ofenda a clase o persona alguna directa o indirectamente”.68  Durante la festividad de san Benito de Palermo de Bayamo se vigilaba a los Cabildos de Negros. En uno de ellos,  se suscitó un conflicto que devino en reyerta, lo  que llevó a la intervención de las autoridades,  al ocuparse las banderas se descubrió que una de ellas portaba un sombrero como el que acostumbraban a

En la metrópoli se hablaba de cambios favorables al liberalismo, ya desde antes de la muerte de Fernando VII;  y en La Habana,  la epidemia de cólera creaba una  situación de anarquía incontrolable  para el capitán general: los primeros casos aparecieron en febrero de 1833 y las  principales víctimas fueron gentes de color por las deplorables condiciones sanitarias en que vivían.69 La elite habanera observaba con horror los claros que se abrían en sus dotaciones y temía nuevas resistencias constitucionalistas entre los radicales, añoraba una mano fuerte que impidiera cualquier movimiento insurreccional en medio de esta crisis.

Sobre los destinos de la Isla, triunfaba el punto de vista de los grandes plantacionistas y de los negreros, aliados con aquel liberalismo conservador peninsular en connivencia con los restos del Antiguo Régimen; si bien, los ministros burgueses de la metrópoli discreparían de sus homólogos de clases de la colonia respecto a ese futuro…

1834-1837

Fueron extraordinarios los malabarismos de la sacarocracia occidental para conciliar la plantación esclavista con el liberalismo burgués, la que se vanagloriaba de la suavidad de sus métodos oprobiosos:

Lo cierto es que cuando deseamos ver desaparecer semejante contrabando, preparamos, á lo menos por el pronto, el empobrecimiento de la isla, pues su producción y su riqueza dependen del brazo del esclavo; y en la imposibilidad de desatender el respeto debido á la propiedad, á la par que la voz de la humanidad degradada, noble y honrosa tarea será la de buscar un temperamento que pueda conciliar ambos intereses, evitando un porvenir funesto y espantoso.70

Las mismas opiniones proclamaba el  portavoz de la juventud ilustrada radical de dicha oligarquía, José Antonio Saco quien creía que era una condición del liberto su previa educación y acudir a la colonización blanca de la Isla. Desvirtuaba la existencia de ideas independentistas entre los criollos porque reitera, en más de una ocasión,  “sería altamente imprudente, como que traería consigo una completa é inevitable ruina”; y porque no concebía  fueran a perder su historia, su idioma y nacionalidad. Añadía, el no consentimiento británico-francés a la ocupación de Cuba por los Estados Unidos.71

Un tema candente era el de la relación jerárquica dentro de las tropas por las diferencias raciales. Varios fueron los conflictos suscitados en el seno del ejército español por esta razón discriminatoria,  cuya solución nunca estuvo de parte de los negros.

En noviembre de 1833,  el comandante del batallón de pardos leales de Cuba y Bayamo, el descendiente de africano, Francisco Javier Duharte, condecorado con el busto de S. M., ordenó –según prescribía el capítulo 2º. Artículo 13 de su regimiento,  que le concedía la misma autoridad que a los demás jefes de regimiento o batallones del ejército—  que todos los oficiales de su cuerpo se presentasen en los actos del servicio con decoro y compostura.  El ayudante de la plana mayor de blancos, Lucas Freyre se opuso al cumplimiento de esta orden bajo el pretexto de que no poseía facultades para que el medio batallón de Bayamo se presentase de riguroso uniforme y ordenó que concurriese vestido de lienzo y sin insignias. Aceptado por el teniente coronel subinspector,   inmediatamente comunicó al comandante de color su indisciplina.  Duharte acudió al gobernador José Santos de la Hera,   que declaró a su favor. Se basaba en la ley que les daba a todos la misma autoridad. Pero en  realidad, nunca se les habían otorgado tantas facultades a la oficialidad de color,  todo lo contrario, pues se había dispuesto  que hablasen con sombrero quitado a los ayudantes y garzones blancos y que los centinelas blancos no presentasen armas al hombro ante los oficiales de color:

[…]la experiencia y el convencimiento de 70 años han hecho conocer la necesidad de ciertas reformas, la posición física y politica de la Ysla ofrece a su vez algun cuidado al gefe militar que la manda cuando se trata de dar ensanche y prerrogativas a la gente de color. El triste ejemplar de Haity, la existencia de los palenques en las lomas del Cuzco y las aspiraciones de que se hallan poseido los negros y mulatos libres no permiten darles ninguna especie de mando sobre los blancos.72

El capitán general Miguel de Tacón exigió se le consultase cualquier situación de este tipo para que la capitanía general decidiera,  porque había oficiales de color de todas las graduaciones provenientes de Costa Firme estimados por los blancos como soldados y subalternos, a pesar del respeto y subordinación debida a su estado militar.

Miguel Tacón  tomó inmediatas disposiciones defensivas al enterarse de que unos cinco mil negros libres de Jamaica se habían establecido en la isla de Caimán Grande y se apresuró a comunicarlo a sus subordinados de toda la isla de Cuba.73 Corrían muchas bolas sobre el desembarco de 5 000 negros libertos de Jamaica en Caimán Grande, que los mexicanos de Texas iban a entregar armas a los esclavos de Louisiana, que los palenques de Moa pasarían a la República de Haití, que los metodistas y otras sociedades antiesclavistas de Europa y América habían jurado la ruina y pérdida de Las Antillas y que por los esteros y calas de la costa sur de Cuba se introducían negros adoctrinados por aquellos,  para procurar la sublevación de los esclavos; pero sobre todo, el objeto de conversación obligado era la abolición de la esclavitud en la vecina colonia inglesa.74 Y en estas circunstancias se produjo la tercera proclamación constitucional,  esta vez en el Departamento Oriental de la isla de Cuba  como secuela de los acontecimientos del Motín de la Granja en la península y a despecho de las decisiones de la capitanía general.

La oligarquía criolla plantacionista de la región oriental apoyó el movimiento secesionista del gobernador del Departamento Oriental Manuel Lorenzo con la esperanza del reconocimiento de una capitanía general independiente, si bien la administración imperial apostó por preservar el statu quo en su colonia y respetar la autoridad absoluta desde La Habana como única fórmula de administración de la isla de Cuba.

Manuel Lorenzo estaba dispuesto a tomar las decisiones más radicales como la de armar a los pardos y a los morenos libres  y, en última instancia, se le oyó decir que armaría a los esclavos para defender su posición. Pero no pensaban así los miembros de la clase criolla plantacionista de la región oriental que vio aquí el peligro de la anarquía y de la pérdida de su autoridad social.. Y mientras se organizaba la defensa del Departamento Oriental contra el bloqueo y la amenaza del envió de una Expedición Pacificadora desde el occidente, los esclavos  se alzaban y hasta atacaban las haciendas.

El capitán de partido de Ti Arriba (Jurisdicción de Cuba),  Nicolás de Heredia en noviembre se apresuraba a comunicar la sistematicidad con que los negros cimarrones bajaban de las montañas vecinas para destruir los conucos de los esclavos en las haciendas.75 Pánico  traducían aquellas expresiones que hablaban de supuestos  centenares de negros cimarrones alojados en cavernas o cuevas,  o cuando se informaba de su presencia en la inmediatez de las casas de los amos al aflojarse el sistema de vigilancia de la esclavitud. Se pedía formar partidas para perseguirlos y que se las proveyese de carabinas y cartuchos para salvaguardar la tranquilidad.76

El  capitán de partido mencionado,  suplicaba al Jefe Superior Político se excluyeran 40 vegueros libres de color del servicio de milicias en la ciudad,  para evitar el contacto de cimarrones y malhechores con más de dos mil esclavos existentes en dicho partido. Preveían levantamientos de sus negradas porque “los Cimarrones están tan arrojados que se atreven, sintiendo nuestra debilidad, á escalar de día claro las casas del vecindario.”77 Al mismo tiempo, era justamente esta la impotencia del gobierno de Lorenzo; conservar todo el andamiaje de la esclavitud y el deber de proteger a los dueños de plantaciones.

Un nuevo  reglamento de policía se redactó, pero no hubo  cambio en el trato a los esclavos,  ni se suprimieron las prohibiciones legisladas con destino a los libres de color. Un bando de Buen Gobierno del pueblo de Gibara perseguía a los vagos,  con independencia de la edad, los esclavos de las haciendas no podían pernoctar fuera de ellas, los libertos debían recogerse a las diez de la noche y no salir a la calle.78 En cambio,  se eliminaban o dilataban la aplicación de todos aquellos impuestos perjudiciales a los plantadores de café y de azúcar; e incluso,  los hacendados le criticaron al gobernador  su intención de convertir en soldados todos los morenos y pardos libres,  en lugar de ocupar las vegas, contentivas de los negros esclavos,  “dando pábulo al volcán horroroso de la esclavitud […]”79

En la villa del Cobre había preocupación por la introducción de personas desconocidas por romerías, viajeros u otra índole de pretextos, pero más se insistía en la presencia de un destacamento ante la necesidad de contener las negradas,  que por miles existían en la región:

[…] en esta villa hay varias empresas de minas que las tres principales de ellas encierra como ochocientos negros, que en la población se hayan algunos negros esclavos y libres, y que e las haciendas inmediatas pueden calcularse probidamente dos mil los cuales en menos de un par de horas podrán reunirse y componer un número de tres mil, a tiempo que en la población no se ven mas que estrangeros asalariados por que sus naturales se emplean en las labores del campo y mucha parte de ellos se ocultan en los montes o no comparecen en el poblado para eximirse del Servicio de las armas; y en tal destitucion es muy temible una sorpresa que podrá impedirse con la presencia del soldado que sola ella impone al perverso y anima y sirve de apoyo al vecino timido que necesita estimulo […].80

Y una retaguardia  poco segura ya que nada se hizo para ganar a los libres de color y permaneció una rigurosa  esclavitud y sin el menor cambio de mentalidad estamental entre los jefes criollos de la asonada constitucional. Tacón dominaba la situación, Lorenzo no dejaba de  informarle sobre el estado de persecución a los negros cimarrones como pudiera hacerlo de un enemigo común. Ni siquiera los elementos más radicales entre los partidarios constitucionalistas concebían esa alianza:

“[…] anoche ha llegado un extraordinario de Baracoa con la noticia de que los Metodistas de Costa Firme en union con los negros de Santo Domingo vienen sobre esta Ysla, Dios nos ampare”.81

Los representantes de las  naciones aliadas de España tenían sus razones para no respaldar la asonada antitaconiana de Manuel Lorenzo y sus seguidores. Su prestigio exigía sacarlo inmediatamente  de Santiago de Cuba a fin de obviar las condiciones que generaran una revolución mediante un proceso de radicalización con la participación de los negros.  Se temía que la situación tomara un sesgo a favor de la independencia y peligraran las aspiraciones  de los imperios que, por compra o reemplazo,  deseaban obtener la Isla de manos de España.  Conminado por las potencias que ejercían su influencia en el Caribe, Gran Bretaña en particular, sin apoyo de la monarquía y de la plantocracia oriental, Lorernzo se vió obligado a capitular y embarcar  hacia España. En  carta a Lord Palmerston,82 la visión política del administrador del Real de Minas del Cobre sobre el resultado de los acontecimientos recién concluidos,  se explayaba al caracterizar a Lorenzo como un soldado de corazón sin discernimiento político; agregaba complacido:

Además, tengo la satisfacción de sentirme lo suficientemente confiado en asegurarle a Su Señoría: de que si en cierto momento yo consideré que el país se hubiera retrasado diez años, debido a dichos actos; ahora estoy persuadido de que los conocimientos adquiridos sobre la extensión de la capacidad y del coraje de los antiguos consejeros del jefe exiliado, que han formado el núcleo del partido revolucionario, equivalen a veinte años de ininterrumpida prosperidad.83

Mejor vaticinio no podía encontrarse, y no era tampoco difícil de predecirlo,   luego de la actuación  morigerada de los hacendados de toda la Isla y el repliegue vergonzoso de los de la región oriental, en ambos pesaba el temor cerval a los levantamientos de los negros libres,  por el  reclamo de sus derechos civiles y políticos,  y de las dotaciones esclavas cruelmente beneficiadas.

Durante 1836 y hasta el año siguiente se generaron los debates de la reforma constitucional  para producir un nuevo texto moderno y conciliador entre moderados y progresistas, proclamado el 17 de junio de 1837.

La proclamación constitucionalista de Manuel Lorenzo en el Departamento Oriental de la isla de Cuba sirvió como ejemplo de la amenaza que significaba el otorgamiento de libertades constitucionales, pero de ninguna manera fue causa de la no aceptación de los diputados criollos,  ni de la inconsideración de las posesiones de Ultramar como provincias regidas por la misma Constitución que la metrópoli e islas adyacentes. Las nuevas fórmulas de explotación colonial estaban en los mismos principios del Estado burgués peninsular,  en la necesidad de la sacarocracia criolla de un régimen militar que garantizara la preservación de la esclavitud. Ahora bien, este fue el mejor pretexto de la burguesía liberal para excluir a los dpitados ultramarinos de las Cortes y proponer las Leyes Especiales, reconocimiento de su condición de colonias.

El dictamen quedaba redactado el  10 de febrero. Su argumento principal era la no alteración de la situación para garantía de unión de las colonias con la metrópoli, se valoraba también la heterogeneidad de su población, además de la distancia que impedía la presencia de sus diputados en las Cortes oportunamente. Con estadísticas, el dictamen demostraba que menos de la mitad del total de la población de la isla de Cuba eran, según la Constitución, verdaderos españoles:

Y como las diferencias cuando se trata de derechos políticos no pueden dejar de ser, ya que no se quiera ofensivas, sumamente expuestas á recriminaciones y rivalidades, de aquí es, contrayéndonos al solo caso de las elecciones, que si admitimos una ley distinta para las de la isla de Cuba y la Península, es menester después distinguir en la misma isla cómo han de representar y ser representados los españoles de distinto color, cuya indicación basta para que la prudente previsión de las Cortes se anticipe á cortar de una vez para siempre lo que pudiera originar graves males, y para que al mismo tiempo conozcan que no es posible que una ley homogénea dirija elementos tan heterogéneos.84

Explicación irrebatible desde el punto de vista de la  propia oligarquía criolla, quien temía el proyecto de ley para la abolición de la esclavitud presentado por la comisión de Legislación,  mucho más, que las conclusiones de ambas comisiones respecto a Ultramar:
No siendo posible aplicar la Constitucion que se adopte en la Península é islas adyacentes á las provincias ultramarinas de América y Asia, seran éstas regidas y administradas por leyes especiales y análogas á su respectiva situación y circunstancias, y propias para hacer su felicidad, y que en su consecuencia no tomarán asiento en las Cortes actuales Diputados por las expresadas provincias.85

En la sesión del 5 de abril, Vicente Sancho pidió la palabra para defender tres aspectos fundamentales del Dictamen: no debían regirse por leyes como las de la península, no nombrarse diputados a Cortes, ni designarlos en lo adelante. Apasionadamente,  el constitucionalista decía, que libertad e igualdad en las islas significaban exterminio y muerte al existir  la esclavitud,  “de los vigorosos hijos del sol”. Y alzó su voz en la frase que otros repetirían hasta el cansancio: “Señores, la isla de Cuba si no es española tiene que ser negra, necesariamente negra…”,  para de inmediato ampliar,  con su importancia comercial y estratégica a la entrada del golfo de México.

Empleó los acontecimientos de Santiago de Cuba en septiembre-diciembre pasados  para sustentar su tesis de que cualquier cambio sería apocalíptico. Ya que se había armado a los negros y mulatos para defender el Código gaditano, comerciantes y productores de La Habana y  de Santiago de Cuba  se decidirían entonces de parte de Tacón para no alterar la situación existente. Sancho quería reformas,  sin sofocar la prosperidad de la Isla y subrayó que esta sería para la felicidad de la península.86 Las Cortes decidieron mayoritariamente no admitir los diputados de Ultramar.87 El 16 de abril se aprobaba el dictamen 90 votos contra 61: un apéndice constitucional establecía que Cuba y Puerto Rico tendrían hipotéticas “leyes especiales”:

El  guadalupeño J. B. Rosemond de Beauvallon en La isla de Cuba,  recogía sus impresiones de viaje a través del territorio de la Gran Antilla, mientras desplegaba una labor  proselitista a favor de la preservación de la esclavitud, él apreció la recepción negativa del abolicionismo inglés en el seno de los plantadores.

Por su recorrido, Beauvallon tuvo la convicción de que la plantocracia era opuesta a ultranza a suprimir la esclavitud, además de percatarse: sobre las diferencias regionales, la oposición entre La Habana y Santiago de Cuba y las discrepancias  acentuadas entre criollos y peninsulares, después de la fracasada proclamación constitucionalista de 1836.88

El nuevo capitán general,  impugnó drásticamente las opiniones inglesas sobre la distribución de  emancipados y su traslado hacia Texas o a alguna colonia británica. Con la  Real Orden de julio,  que creaba un Nuevo Ministerio no se promovían  reformas de ninguna índole y,  en 16 de  septiembre de 1841, se disponía la represión de cualquier desmán,  y la aplicación severa de  las Leyes de Indias, sin que se permitiera en la Isla opinar sobre las contiendas de la península.89 

Para acentuar el temor de los sacarócratas, el 9 de octubre de ese mismo año se amotinaron 50 negros, la mayoría lucumíes,  en la fábrica de la casa de Domingo de Aldama, frente al campo de Marte en La Habana. Hicieron resistencia y  acometieron a las tropas con sus instrumentos de trabajo. El líder Blas se sacó las nalgas y se daba palmaditas en ellas mientras decía: “Vengan blancos”. Hubo seis muertos y diez heridos.90  La culpa recayó en los abolicionistas y en la labor del cónsul inglés David Turnbull, expulsado posteriormente del país.   El incremento del número de esclavos y de su explotación provocarían una escalada de sublevaciones que en poco tiempo se extendería hasta Matanzas, y por tal razón la vigilancia se redobló contra la gente de color.91

Habrían de transcurrir tres décadas para que los hacendados criollos percibieran,  la ebullición del volcán subyacente en  la sociedad cubana sordos como propietarios de esclavos.  Calixto Bernal escuchaba, que la esclavitud representaba el elemento de orden,92 y era cierto. Una nueva Constitución en 1845 también incorporó en su artículo no. 80, el postulado de las leyes especiales para las provincias de Ultramar sin que acabaran de concebirse y aplicarse.93

Conclusiones

En un contexto de larga duración, comprendido entre las postrimerías del siglo XVIII y sobre la medianía del XIX,  el patriciado criollo de la isla de Cuba  prohijó una economía de gran auge y provecho, basada en la plantación azucarera y cafetalera con fuerza de trabajo esclava, en 1840 se decía que era la colonia más rica del mundo.

Para ese crecimiento cuantitativo, y su conservación,  era requisito indispensable la absoluta paz interior y el mantenimiento del precario equilibrio estamental; es así cómo la oligarquía criolla se vuelve paulatinamente más reaccionaria,  reducida y elitista en busca de su estado ideal.

Aunque fuera una paradoja,  esta misma razón  impidió su ruptura con España pues,  con la arrancada del fomento plantacionista,  prefirió garantizar la protección de sus intereses por su miedo al negro,  fundado en razones propias. Todas las conspiraciones, desde 1808,  contaron con la participación en sus filas de hombres de color libres y de esclavos. Cuando la monarquía ilustrada y despótica expiraba como poder real, la alta clase criolla pensó que la legitimidad del liberalismo metropolitano alcanzaría a la colonia para privilegio de  los blancos y para afirmación de sus posiciones estamentales,  mediante la renovación de las estructuras administrativas  (Constitución de 1812), y para perpetuar su autonomía.

El mayor peligro para los  hacendados fue la guerra interna en escalada y sostenida contra los africanos y sus descendientes;  por lo que la plantocracia prefirió la alianza con el régimen liberal conservador peninsular y para hacer prevalecer su hegemonía en las relaciones sociales  y asegurarles el monopolio político en  toda la Isla. Se necesitaba un ejército regular para el rígido control estamental y para mantener a raya la esclavitud.

Francisco Dionisio Vives  inaugura el estado de excepción en la isla de Cuba, aún con pruritos del Antiguo Régimen en la centralización administrativa burguesa de España. La elite patricia prefirió  preservar su monopolio de poder a manifestar sentimientos democráticos;  en tanto,  el liberalismo burgués se fortalecía y transformaba la administración ultramarina,  deslumbrada por la riqueza de la Gran Antilla que podía mejor expoliar. Y fue también su política sistemática,  poner en evidencia el abismo social entre blancos y negros para neutralizar cualquiera alianza.   No hay en ningún momento intención de buscar la independencia entre los hacendados criollos, a menos que se consiga una ayuda desde fuera,  para poder controlar a los otros estamentos.

La oligarquía criolla hizo amagos para arrancar dádivas de España y para que colaboraran con la represión cuando las barreras sociales eran cada vez más rígidas,  con el crecimiento de un  sistema de plantación que exigía miles de esclavos y cuando las regulaciones  internacionales para suprimir la trata se aplicaban con mayores exigencias. Porque no era sólo la preservación de la esclavitud por la esclavitud misma, sino por lo que representaba  para hacer perdurar la condición de  inferiores entre los libres de color.

Cuba estuvo amenazada y rodeada de peligros durante todo el tiempo, incluyo las ambiciones de Estados Unidos y Francia, sobre todo, de Gran Bretaña,  cuya aprehensión de la Isla implicaba la abolición de  la trata y después de la esclavitud, los propietarios criollos no estaban dispuestos a consentirlo. Ninguna potencia quería contribuir a una situación que provocara el estallido de la pólvora social en Cuba. Estas naciones, en aras de  sus intereses presentes y sus proyectos imperiales futuros,  apoyaron la preservación de la paz y el equilibrio en la Isla, encarnado por Miguel Tacón.    

Esta es la razón por lo que las fuerzas taconianas tuvieron mejores posibilidades de triunfo en el conflicto con Manuel Lorenzo, amen de que los hacendados orientales coincidieron, tanto como  los occidentales, en no otorgar cualquier  derecho civil a los descendientes de africanos ni papel protagónico alguno,  ni siquiera al negro libre, durante los 84 días que duró el restablecimiento constitucionalista. 

El asunto de la entrada en las Cortes de parlamentarios criollos  tenía interés, únicamente,  para la oligarquía blanca: de concurrir a las constituyentes de 1837,  los procuradores de la isla de Cuba habrían sido tan conservadores como cuando participaron en las de 1810-1812, donde vetaron la abolición de la trata y de la esclavitud. No por casualidad,  el punto neurálgico manipulado por los líderes del Congreso para el rechazo a instaurar  la nueva Constitución en Ultramar,  era que los descendientes de africanos no podían ser convertidos  en ciudadanos iguales a los blancos. Así se aprobaron las Leyes Especiales,  sin apenas discusión y como algo previamente concertado décadas atrás.    

Notas

  1.  Archivo Histórico Nacional de Madrid (AHNM). Estado, leg.  59-E, Habana, 31 de octubre de 1808. Miembros del Cabildo.
  2. AHNM. Estado, leg.  59-C
  3. En el relato impreso titulado: “Concisa y precisa relación de lo ocurrido en la conmoción de los dias 21 y 22 del corriente en esta ciudad contra los franceses avecindados y vindicación de los buenos y honrados habaneros”, se dice  que a la puerta de tierra llegaron dos franceses a caballo y fueron acompañados  de una ordenanza a la casa del gobernador, “muchachos de color creyeron que venían presos empezaron a decirse unos á otros: á ese Napoleón, á ese frances. La gritería se extendio en la turba de negrillos á que siguieron algunas pedradas de los muchachos.. Nunca en estos casos falta gente ociosa de la hez del pueblo que agite semejantes procedimientos, de que se originó insultar la casa del primer frances entrando de tropel los muchachos y saqueándolo a su salvo. Corrió un instante la voz y en menos de una hora ya habían pillado quatro o cinco casas. […] Se satisfizo que hasta entonces solo eran perversidades de muchachos aunque no se dudaba de que hubiese algunos hombres viles que atizasen el fuego; mas al fin parecio serenarse la tempestad salio alguna tropa de los voluntarios del comercio a patrullar a las oraciones de la noche y los de la conmocion se fueron aunque dispersos a los barrios extramuros donde hicieron otro tanto, hasta el amanecer el dia 22 que cayeron sobre unos barracones del rey que tiene arrendado un sugeto hacendado y del comercio de los de mejor nombre solo por que un frances tiene en ellos algunas mulas y bueyes para su trabajo en la composición de calles, en que estaba asalariado; para hacer conducir los materiales.”
  4. AHNM. Estado, leg. 59-C.  Habana, 22 y 23 de marzo de 1809  El Marqués de Someruelos.
  5. Archivo General de Indias (AGI). Ultramar, leg. 113. Causa formada en 1810 en la Habana sobre intento de sublevación y francmasonería. Román de la Luz fue condenado a diez años de presidio y Luis Bassave a ocho sin poder regresar a la isla. José Peñaranda, Manuel García Coronado, Miguel Ramírez, Pedro Agustín García, Francisco Barrutía, Manuel de Aguilar Jústiz, José Clouet (francés), Antonio Álvarez, Juan José de Presmo todos blancos; los negros libres eran: sargento primero Ramón Espinosa, sargento segundo Juan José González, cabo primero Buenaventura Cervantes, soldado Carlos de Flores condenados por diez años con grilletes al pie  sin poder regresar a la Isla; los esclavos eran: Juan Ignacio González y Laureano condenados a ocho años y 150 azotes por la calle y 50 en la picota. Todos destinados a la península para que cumplieran la condena en Ceuta. Los demás en el correccional de Cádiz. Infante había huido a Estados Unidos, posteriormente estuvo en Caracas donde sirvió con la revolución como auditor de guerra y marina en Puerto Cabello.
  6. Roberto L. Blanco Valdés: Rey, Cortes y fuerza armada... pp. 15-55. y Marie Laure Rieu-Millan: Los diputados americanos, pp. 166. Como españoles se beneficiaban teóricamente de la igualdad ante la ley, del derecho de propiedad, libertad de cultivo y manufactura, pero fueron excluidos del ejercicio electoral y de los puestos y empleos para los que la ciudadanía era exigida.
  7. Archivo Histórico Municipal Santiago de Cuba. (AHMSC). Actas Capitulares, no. 21,  7 de julio de 1811. Se recibió Real Cédula de 10 de febrero sobre buen trato a los indios.
  8. Marie Laure Rieu-Millan: Los diputados americanos, p. 15.
  9. Ibídem, pp. 168-169 y  Rafael María de Labra: “Los diputados americanos en las cortes de Cádiz”, en España y América. 1812-1912, p. 408-410. Agustín Argüelles Álvarez. Distinguido orador asturiano nacido en  Rivadesella (Oviedo) en 18 de agosto de 1776. Murió en Madrid el 26 de marzo de 1844.  Redactó preámbulo y artículos de la Constitución de 1812. Por sus celebrados discursos se le conoció como “el Divino Argüelles”.
  10. La trata fue abolida por un bill  de 5 de febrero de 1807 en el Imperio británico;  posteriormente se formaron  sociedades en su territorio para reclamar la abolición definitiva del infamante tráfico en todo el mundo.
  11. Arango y Parreño, Obras, t. II, p. 230.
  12. Ibídem, pp. 233-234. Habana, 27 de mayo de 1811
  13. Manuel Moreno Fraginals; El Ingenio, t. I, pp. 129-130.
  14. AHMSC. Colonia, 28 de febrero de 1811.  Se establecían las sesiones públicas y que debían imprimirse y circular por todo el Imperio,
  15. AGI. Ultramar, leg. 84. 14 de febrero de 1812. Someruelos. 
  16. AGI. Cuba, leg. 1778 A,  Puerto Príncipe, 21 de enero y 7 de febrero de 1812.
  17. AGI. Ultramar, leg. 91. José María Tamayo (alias Mata Muchos), Antonio José Bárzaga, Blas y Juan Tamayo, y Juan Bautista Vaillant  a seis años de presidio en la Florida y destierro perpetuo de la Isla; a Caridad Hechavarría a dos años al servicio del hospital o casa de misericordia que hubiere en Bayamo; a Isabel Infante igual tiempo de reclusión en la misma casa de su amo y con la seguridad que este ha ofrecido; a Francisco Alas, Juan Telles, Mateo Tamayo, Antonio José Sánchez, Miguel Ramón Céspedes, Simón Antúnez, José Caridad Perea, José Isidoro Reytor y Tomás Infante, además de los azotes sufridos, si son libres se les destinará por dos años al servicio de empedrados u obras públicas en Santiago de Cuba y a los esclavos se les entregará a sus amos pero para que los tengan empleados en los trabajos más fuertes de sus haciendas con grilletes y ramial al pie; Dionisio Céspedes, Susana Villegas, Juan Manuel Hechavarría, Rafaela Parias, Bernardo Manzano y Salvador Zacatecas  serían también escarmentados.
  18. Detalle macabro en la ejecución: la máquina del garrote por defectos de construcción no funcionó bien y dos de los negros condenados  debieron ser rematados por disparos de fusil sentados en la silla en medio del desorden de la muchedumbre.  AGI. Ultramar, leg. 84, 22 de mayo de 1812, Apodaca a Ignacio de la Pezuela.
  19. AGI. Cuba, leg. 2206.
  20. Vid. Gloria García: Conspiraciones y revueltas, pp. 55- 72.y José Novoa: Contribución a la Historia, pp. 109-117.  Archivo Nacional de Cuba (ANC). Asuntos Políticos, leg. 11, no. 37, 11 de enero de 1812,  leg. 12, no. 9,  15 de febrero de 1812 y leg. 214, no. 46, 23 de febrero de 1812,
  21. ANC. Asuntos Políticos,  leg. 211 no. 131  y  133.
  22. AHMSC. Actas Capitulares, 8 de julio de 1811. Real Cédula de 10 de febrero de 1811.
  23. ANC.  Asuntos Políticos, leg.  96, no. 12.
  24. Francisco Ponte Dominguez: Arango Parreño, p. 240.
  25. ANC. Asuntos Políticos, leg. 12, no. 9, AHMSC. Actas Capitulares, 20 de noviembre de 1813
  26. ANC. Asuntos Políticos, leg. 96, no. 12. Ramillete de Cuba, No. 65, 22 de mayo de 1813.
  27. ANC. Asuntos Políticos, leg. 214, no. 118.  AHMSC. Actas Capitulares, No. 22, 27 de abril de 1812 y ANC, Asuntos Políticos, leg. 109 no. 2.: Sería complementada con otra Real Orden, firmada en Cádiz, 2 de marzo de 1813  por la cual no se admitirían informaciones de nobleza para evitar desigualdades en  colegios, academias y cuerpos militares del ejército y armada.
  28. ANC. Asuntos Políticos, leg. 96, no. 12, Ramillete de Cuba, No. 59, 1 de mayo de 1813.
  29. AGI. Ultramar, leg. 23, Madrid 2 de noviembre de 1814. Pedro Alcántara de Acosta, Se dice que de más de 1 500 almas de todas castas sin que se conozca de la india más que una familia.
  30. El Real Decreto de 23 de mayo de 1812 expresa la necesidad de establecer nuevos Ayuntamientos, según el artículo 310 de la Constitución gaditana. AHMSC. Actas Capitulares, 4  de agosto de 1812. AGI. Ultramar, leg. 115. La población era de 1 075 almas, 16 de noviembre de 1813. El Ayuntamiento estaba compuesto por el alcalde Juan Olivares, dos regidores Nicolás Pérez y Miguel Palacios y un síndico procurador general, Juan Bautista Pérez.  Los electores fueron: Pedro Pérez, Nicolás Pérez, Miguel Palacios, Juan Bautista Pérez,  José Olivares, Casimiro Pérez, Claro Pérez, Juan Manuel Olivares,  Antonio Olivares, Cristóbal  Bellos. 5 de noviembre de 1813.
  31. AGI. Ultramar,  leg. 115. Jiguaní, 12 de enero de 1814. Alcalde Juan Miguel Rondon y regidores al teniente Francisco Xavier Oramas, Manuel Beites, Antonio del Río, capitán Antonio Enamorado, Francisco Xaviero de Acosta y José Pérez; para síndico Silvestre Diéguez.
  32. ANC. Asuntos Políticos, leg. 96, no. 12, Ramillete de Cuba, 15 de mayo de 1813. y leg. 297, no. 87. San Luis de los Caneyes, 7 de noviembre de 1813.
  33. Ibídem.
  34. Herminio Portel Vilá:  Historia de Cuba,  t, I , pp. 181-182.
  35. Francisco Ponte Domínguez: Arango Parreño,  pp. 258-265.
  36. AHMSC. Colonia. “Expediente de varias representaciones en originales y testimonios hechas por el Sor Oficial Real Honorario  Don Pedro Alcántara Acosta, diputado de esta Provincia en las llamadas artes relativas a solicitar e impetrar distintas  gracias a favor de ellas. 1815”.
  37. AGI. Ultramar, leg. 2. Madrid, 20 de abril de 1816. Visto por el Consejo en 4 de mayo de 1816.
  38. ANC. Asuntos Políticos, leg. 109, no. 27. Dado en Palacio, a 25 de mayo de 1816..
  39. ANC. Asuntos Políticos, leg. 255, no. 54. 16 de abril de 1816.
  40. AHNM. Estado, leg. 6367, no. 25. Santiago de Cuba 15 de marzo de 1817. Pedro Alcántara de Acosta al Ministro de Estado de Ultramar.
  41. ANC. Asuntos Políticos, leg. 125, no. 12 y leg. 11, no. 94.
  42. Diego Bosch Ferrer y José Sánchez Guerra: Rebeldía y apalencamiento,  pp. 70-75.
  43. ANC Asuntos Políticos, leg. 133, no. 30. Discurso leido por el H..M..F.., C.. R../ y S..C.. de la M.. R.. L.. La Tranquilidad No. 21, en la tenida ordinaria del 31 de enero de 1823. Imprenta de la Fraternidad.
  44. Manuel Maza Miquel: Por la vida y el honor, pp. 249-250.
  45. Manuel Maza Miquel: Por la vida y el honor,  pp. 251-258.
  46. AGI. Ultramar, leg. 88, 21 de mayo de 1823.
  47. Luego de la fusión del territorio de Cristóbal y Boyer. ANC. Asuntos Políticos, leg. 19, no. 2.Madrid, 25 de enero de 1821.
  48. AHMSC. Colonia, Cimarrones, Cuba 7 de febrero de 1823
  49. ANC. Asuntos Políticos, leg. 113, no. 100, 18 de junio de 1823, leg. 112, no 50, 13 de junio de 1821 y no. 107, 10 de noviembre de 1821 y no. 108, 14 de noviembre de 1821., Gobierno General, leg.  532, no. 27087, 16 de febrero de 1820, leg. 540, no. 27104 y 27105, 7 de noviembre de 1820 y leg. 541, no 27097, 13 de marzo de 1822.
  50. José María Callejas: Historia de Santiago de Cuba,  pp. 121-122.
  51. AHNM. Estado, leg.  6368  2 de junio de 1823. Vives.  AGI. Ultramar, leg. 88. Habana, 16 de junio de 1823. Vives al Secretario de Estado y del Despacho del Gobierno de Ultramar.
  52. AHNM. Estados, leg. 6367, no. 50, 17 de septiembre de 1823, Francisco Dionisio Vives ;  No. 51, 2  de agosto de 1823.; no. 83..
  53. Richard R. Madden: La isla de Cuba, p. 67.
  54. Vid. Pedro Descamps Chapeaux y Juan Pérez de la Riva: Contribución a la historia de la gente sin historia.
  55. Abiel Abbot: Cartas, pp.236-239.
  56. Abiel Abbot, Cartas, p. 153.
  57. AHNM. Estado, leg. 8016, no. 14 (2)
  58. AGI. Cuba, leg. 2007,  Madrid, 2 de enero de 1826. El Duque del Infantado al Sr. Capitán General de la Ysla de Cuba.
  59. AGI. Santo Domingo, leg. 1305,  Entre los artículos: 1º.  Absoluta incomunicación entre los esclavos de las fincas, 2º. Prohibir la entrada de personas  de color que no vengan con objeto determinado y licencia del Gobierno, tampoco de blancos que no sean operarios  o trabajadores conocidos, a ninguno se les permitirá acercarse a los bohíos ni tener con los negros la menor comunicación, 3º. No entrarán vendedores de géneros y efectos sin permiso del amo, administrador o mayoral  y entonces se dirigirán a sus habitaciones a vender allí, 4º. No  pernoctarán en la finca persona alguna  sin licencia del amo o administrador, 5º. Después de las oraciones se cerrará las tranqueras o puertas y nadie podrá salir hasta el día siguiente sin licencia del amo o mayoral, 6º. Ni éstos ni los operarios podrán recibir visitas después de las oraciones ni reunirse o permanecer en tertulias  pasadas las 10 de la noche ni tener diversiones ruidosas,  7º.  A las nueve se tocará a silencio y se recogerán las dotaciones, 8º. Durante la noche se harán rondas por los empleados de las fincas, 9º. Cada semana se registrarán los bohíos para averiguar si hay en ellos efectos sospechosos, 10. se evitará salida de esclavos y s es preciso se le dará un papel  para su salida, pero no habrá vendedores placeros que no sean blancos, 11º. Si los esclavos trabajan en sus conucos se les pasará lista y se les regresará hasta las 5 de la tarde, 11. los bailes o tangos se vigilarán  hasta las 9 de la noche sin permitir más que los de la misma finca, 130. no se permitirán padrinos de bautismo o casamiento sino los de la misma finca.
  60. AGI. Santo Domingo, leg. 1305.
  61. AGI. Santo Domingo,  leg. 1305.  Habana, 26 de noviembre de 1827. José Pizarro, Juan Montalvo, Rafael O’Farrill, Pedro Diago.
  62. AHNM. Estado, leg. 6373 y 6368 (18) no. 14. Habana, 29 de febrero de 1832. Dionisio Vives.  Se habían ofrecido 300 pesos al que aprehendiese algunos de los cinco esclavos titulados coronel-capitanes. El mayor general Cotton hizo que su vanguardia atacase y derrotase a los rebeldes. Se habla de unas dos mil tropas veteranas y unas veinte mil de milicias. Éstos se internaron en los montes. Las fábricas fueron destruidas y sus casas incendiadas en varios cantones, en la parroquia de San James se calculan doce mil esclavos levantados. Dirigidos por el gran Sacerdote y algunos coroneles, los rebeldes se concentraron en Catadype.
  63. AGI. Periódicos 5/6 Gaceta Cubana, 14 de enero de 1829, no. 23. La existencia de la isla de Gran Caimán cuyas ¾  partes de población era de gente de color era motivo de inquietud, al punto de recoger en el periódico las características de la misma. Eran pescadores que se dedicaban a la búsqueda del carey, criaban  algún ganado vacuno, puercos y chivos en abundancia y una agricultura de vegetales.
  64. AHNM. Estado,  leg. 6373, no. 8. 1 de junio de 1831. Vives al  Secretario de Estado.
  65. AGI. Santo Domingo, leg. 1304. Habana, 9 de agosto de 1831, Dionisio Vives.
  66. AGI. Cuba, leg. 2151, 14 de mayo de 1833,  Santos de la Hera al capitán general y  Cuba, leg.  2142-A, 1 de julio de 1832. Santos de la Hera.
  67. ANC. Asuntos Políticos, leg. 31, no. 16;  leg. 113, no. 106, 9 de julio de 1823;  leg. 117, no 53. Proyecto de sublevación de los negros de Guaninicum.
  68. ANC. Asuntos Políticos, leg. 298, no. 65. Cuba, 21 de julio de 1831. Imprenta don José Toledo, impresor del gobierno por S. M.
  69. AHNM. Estado, leg.  6374, no.  19, 21 y 27. Entre el 25 de febrero y el 31 de mayo murieron víctimas del cólera: 17 585 personas, de las cuales, 14 061 eran de color
  70. Diario de las Sesiones de Cortes, Estamento de Procuradores, miércoles 18 de mayo de 1836, p. 459.
  71. Diario de las Sesiones de Cortes. Estamento de Procuradores. 18 de mayo de 1836, pp. 460-461.
  72. AGI. Cuba, leg. 2206. 
  73. Instituto de Historia y Cultura Militar (IHCM). Ultramar. Cuba. 5, 19, 30  de enero y  6 de febrero de 1836, Miguel Tacón al Secretario de Estado y del Despacho de lo Interior.
  74. AHNM. Estado, leg. 8035, no. 3. Habana, 20 de enero, 31 de marzo, Tacón al Secretario de Estado.
  75. Se decía que atacaban las haciendas de café y fracturaban los bohíos de los esclavos para robar ropa o frutos de los conucos.
  76. ANC. Correspondencia de los Capitanes Generales, leg. 263, no. 7. St, Regis 12 de noviembre, 1836, Juan Laffita; Santa Lisa 12 de noviembre de 1836, Casade; La Asunción, 14 de noviembre de 1836, Rafael Muñoz; Socorro, 30 de octubre de 1836, José Ricardo.
  77. ANC. Correspondencia de los capitanes Generales, leg. 263, número 7. Ti Arriba, 16 de noviembre de 1836, Nicolás Heredia a Manuel Lorenzo.
  78. AHMH. Colonia, Gibara, 23 de noviembre de 1836. Juan José Zaldívar.
  79. ANC. Audiencia de Santiago de Cuba. leg. 318, no. 7636 (2da. Pieza)
  80. ANC. Correspondencia de los Capitanes Generales,  leg. 294, no. 4.  Villa del Cobre, 8 de diciembre de 1836, Felipe Perozo al General Jefe Superior político de  la provincia.
  81. ANC. Comisión Militar, leg. 15, no. 3.  Cuba, 1º. de diciembre de 1836, carta del oficial María Ventura Caula a Antonio de León.
  82. Henry John Temple, Tercer vizconde Palmerston, Nació el 20 de octubre de 1784  Broadans, Hmpshire England y murió el 18 de octubre de 1865 en Brocket Hill Hirtfortdshire,  Liberal whig, con una larga carrera política que  incluye la labor de Secretario británico del exterior entre 1830-1834, 1834-1841, 1846-1851; Primer ministro 1855-1858, 1859-1865. Símbolo del nacionalismo británico.
  83. British Museum: Consular Despatches F.O. 45 3/2. Hardy a Palmerston Jr., 22 de diciembre de 1836.
  84. “Dictamen de las comisiones reunidas de Ultramar y Constitución, proponiendo que las provincias ultramarinas de América y Asia sean regidas y administradas por leyes especiales”, en Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes, p. 1492.
  85. Diario de las sesiones de las Cortes Constituyentes,  Apéndice al número 112, p. 12 de febrero de 1837, p. 1493.
  86. ANC. Asuntos Políticos, leg. 196, no. 619. El Español,  6 de abril de 1837, pp. 2-3.
  87. Olga Portuondo: José Antonio Saco,  p. 90.
  88. J.B. Rosemond de Beauvallon: La isla de Cuba, pp. 268-269. Véase, Anexo No. 17
  89. AHNM. Ultramar, leg. 8, no. 4.  Habana, 30 de noviembre de 1841. Jerónimo Valdés al Secretario de Estado y del Despacho de la Gobernación de Ultramar. El propio Jerónimo Valdés había propuesto algunas reformas para corregir abusos arraigados y quedaban pendientes, Habana, 30 de septiembre de 1843. Jerónimo Valdés al Secretario de Estado.
  90. AHNM. Ultramar, leg. 8, no. 10. Decían también; “mata Branco, somo libres no queremos chapiar”. 8 y 9 de octubre de 1841. Jerónimo Valdés.
  91. AHNM. Ultramar, leg. 8, no. 10. Habana, 28 de febrero de 1842. Jerónimo Valdés.
  92. C.B.: “El trabajo libre en las Antillas españolas”, en Revista Hispano-Americana,  Madrid, 27 de enero de 1865, no. 4, p. 13.
  93. También se recogió en las Constituciones de 1869 y  de 1876,

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