Entrega del Premio Nacional de Crítica Historiográfica Enrique Gay Galbó
Dictamen del jurado encargado de seleccionar el Premio de Crítica historiográfica correspondiente al año 2016
La reseña crítica titulada “Che: un guerrillero economista en los albores de la Revolución” del Msc. Luis Fidel Acosta Machado reune los requisitos para ser premiada por este jurado por lograr no solo una singular valoración de la obra del intelectual brasileño Luiz Bernardo Pericás, “Che Guevara y el debate económico en Cuba” sino también por integrarla dentro del conjunto de la historiografía que aborda los años 60 y de la ejecutoria del Che Guevara durante ese periodo crucial de la historia de la revolución cubana.
La obra escogida le permite al autor destacar el esfuerzo realizado por Pericás en su incursión por un periodo histórico poco estudiado de nuestra historia y al propio tiempo insertar el pensamiento económico guevariano dentro de una reflexión sobre los cambios internacionales que tuvieron lugar en esa época de profundas transformaciones. Se trata de un momento de experimentación donde no faltaron las polémicas en torno a la realidad nacional.
El autor también reconoce algunos aspectos abordados en el libro de Pericás que pudieron ser mejor elaborados para llegar a una mejor integración de los aspectos económicos con los políticos y sociales.
Firmado por:
Dr. Jorge Renato Ibarra Dr. Jesús Guanche Dr. Ibrahim Hidalgo
Miembros del Jurado
Dado en La Habana, 27 de junio de 2016
Che: un guerrillero economista en los albores de la Revolución
Autor: Montecristo
En la historia de los pueblos siempre han existido hombres que marcan épocas. Seres, que a decir de Silvio, son de otro mundo, animales de galaxia. Hombres cuyas vidas y obras están rodeadas por el mito, la leyenda y la constante polémica. Personas que se adoran, personas que se atacan. Ernesto Guevara de la Serna forma parte de esa pléyade de extraños que han llamado la atención de intelectuales, escritores, cineastas, filósofos y apasionados de la Historia en cualquier parte del mundo, dentro o fuera del continente americano, de su Argentina natal o de la segunda tierra que lo recibió como a un hijo, Cuba. El Che devino hombre de acción y pensamiento que hasta nuestros días, trascurridos más de cuarenta y ocho años de su desaparición física, continúa inspirando a movimientos revolucionarios en todo el planeta y su imagen, la icónica fotografía tomada por Korda, no deja de presidir cada marcha y protesta que se realiza contra cualquier injusticia cometida. La figura de Guevara ha inspirado películas,[1] documentales, libros… en fin, su influjo parece no agotarse nunca, así como tampoco los que han sucumbido ante su historia de vida y pensamiento.
Los historiadores, sobra decirlo, también se han ocupado del “Guerrillero Heroico”, y resulta relativamente amplia la producción de obras, escritas tanto por autores del patio como extranjeros, que se encargan de investigar su juventud, la experiencia guerrillera en Cuba, y en menor medida, su quehacer durante los primeros años del gobierno revolucionario. Destacan en este sentido los textos de carácter testimonial, y las compilaciones de sus principales discursos, escritos, etc., así como su desempeño en la gesta insurreccional cubana de los años cincuenta, y su paso por el Congo, hasta llegar a la epopeya boliviana. El ideario del Che Guevara también ha sido estudiado por intelectuales de la talla de Néstor Kohan,[2] y es considerado uno de los teóricos marxista más importantes del siglo XX latinoamericano. Sin embargo, esta línea de análisis ha resultado poco explotada por los estudiosos y aun presenta importantes vacíos, que exigen acercamientos más profundos y objetivos que vayan a la raíz del ideario guevariano, sin maniqueísmos que partan de cualquier extremo del espectro político, como en no pocas ocasiones ha ocurrido.
Lo anterior entronca con otro proceso de tamaña trascendencia, ávido también de investigaciones más acuciosas. Se trata del proceso iniciado en enero de 1959, conocido como Revolución Cubana. Una mirada rápida por el universo historiográfico desarrollado en la Isla hasta la fecha, permite constatar que el referido es uno de los eventos menos estudiado. En efecto, con más de cincuenta años, el devenir de Cuba como nación luego del cincuenta y nueve, aun nos parece carente de análisis más profundos, que se acerquen a varios de sus momentos y/o décadas más trascendentales. Si bien algunos acontecimientos como la victoria de Playa Girón o la lucha internacionalista cubana en África se han trabajado desde disímiles aristas, resultan demasiadas las brumas que cubren este período.
El decenio de los sesenta, la llamada “década dorada” de la Revolución, es un buen ejemplo de lo apuntado anteriormente. Solo algunos de sus sucesos más trascendentales como Girón o la Crisis de los Misiles, han sido ampliamente analizados por los investigadores del patio desde diferentes aristas y enfoques. No obstante, se precisa mayor luz para comprender una de las etapas de mayor significación para el desarrollo de la Revolución Cubana.
En no pocos casos, tales vacíos, han sido cubiertos por profesionales que no pertenecen precisamente al gremio de los historiadores con resultados verdaderamente loables,[3] así como por estudiosos extranjeros, atraídos por la magia de la Revolución. De entre los que se han acercado a ese importante proceso histórico de manera seria, respetuosa y ética, desde fuera de nuestro país, se encuentra el investigador brasileño Luiz Bernardo Pericás, quien ganó el Premio de ensayo “Ezequiel Martínez Estrada” en 2014, que otorga la Casa de las Américas, con su obra Che Guevara y el debate económico en Cuba.[4]
La obra en cuestión propone un acercamiento al pensamiento económico de Ernesto Che Guevara, área poco estudiada del ideario del revolucionario argentino y en la cual, Pericás realiza aportes de gran relevancia. Sin embargo, lo que le otorga mayor realce al texto, es la ambición del autor de romper los marcos en que necesariamente quedaría constreñida su investigación, y ofrecer un análisis, a través del estudio del ideario económico guevariano, del desenvolvimiento de la Revolución en su primer decenio de existencia. De esta forma, el autor logra insertar, de manera muy acertada, al Che economista en la vorágine revolucionaria que tiene lugar en Cuba durante los años sesenta, brindando claves fundamentales para el conocimiento tanto del hombre, como del medio en que se desarrolla. En síntesis, Bernardo Pericás propone un examen del desarrollo económico de la Revolución en sus años iniciales a partir de la exploración del quehacer y el pensar de uno de sus principales actores: Ernesto Guevara de la Serna.
Ahora bien, antes de comenzar a descifrar los caminos por los que transita el historiador brasileño en su libro, se deben señalar algunos elementos que permitan comprender el reto increíble que asume el autor de Che Guevara y el debate… al adentrarse en la sexta década del siglo XX cubano.
La del sesenta fue, para Inmanuel Wallerstein la época más importante de los movimientos antisistémicos, caracterizada por guerras de liberación nacional en Asia y África, movimientos nacionalistas y revolucionarios en América Latina, sociales y de derechos humanos en los Estados Unidos, etc. Además, fue un momento en que la meca del socialismo mundial: la Unión Soviética, atravesaba desde 1956, por el proceso conocido como “el deshielo”, conducido por Nikita Krushev, que se traducía hacia el exterior como una oportunidad para que los países del mundo que abrazaran el socialismo, pudiesen poner en práctica modelos propios, autóctonos, alejados del “manual” que “enseñaba” las pautas para la construcción del sistema, escritos a partir de la experiencia soviética, como ocurrió a fines de la década y durante los setenta y ochenta, cuando llegó al poder Leonid Breznev.[5]
Para la Cuba revolucionaria, los sesenta fueron un momento de experimentación, de edificación del socialismo criollo, de sello propio que se ajustara a las condiciones y necesidades del país. Fue una época de fervor popular, donde el espíritu revolucionario bullía por doquier y el pueblo cubano, convertido ahora en protagonista de su historia y abandonado el sitial del espectador pasivo, tomaba conciencia de su destino y del de su país, y quería influir en él.[6] Además, durante estos años se escribieron algunas de las páginas más brillantes que luego ilustrarían la épica de la Revolución: la primera derrota provocada al imperialismo en Girón, los días de tensión y zozobra que signaron octubre de 1962, la lucha contra bandidos atrincherados en las montañas del Escambray, la campaña de Alfabetización.
Por otra parte, fue una época de ensayo y aprendizaje constante, donde la prueba y el error fueron las variantes que caracterizaron el acontecer revolucionario, y mostraban el camino a seguir a la hora de realizar una Revolución de altos quilates trasformativos, dispuesta a cambiar la fisonomía de todo un país. Un momento marcado por profundas polémicas que alcanzaron todos los órdenes de la vida nacional, y que involucraron a no pocas figuras de la dirigencia revolucionaria, provocando fuertes encontronazos.[7]
Resulta el contexto anterior, en su esfera económica, y mediante el estudio de la personalidad de Guevara, el que Luiz Bernardo Pericás presenta en su obra.
El investigador brasileño realiza un recorrido por la labor del Che en los inicios de la Revolución, primero al frente del Banco Nacional de Cuba y, más adelante, dirigiendo el Ministerio de Industrias. A la par, explica sus principales tesis económicas y la forma en que el revolucionario las pone en práctica, mientras se encarga del manejo de las dos importantes instituciones. Llama la atención en este sentido, cómo es presentado un Che Guevara que, sin conocimientos económicos previos, se apoya en los mejores y más reconocidos economistas del país e incluso del extranjero, que llegan a la Isla motivados por la vorágine revolucionaria. A través de las páginas de la obra, se puede observar un hombre con una tarea que tal vez lo supere, pero que persistentemente busca alternativas y medios para llevarla a cabo, por lo cual se encuentra en constante aprendizaje y sus concepciones teóricas y prácticas en continua maduración. No es el Che, según Pericás, un hombre aferrado a tesis o ideas preconcebidas, incapaz de avanzar y reconocer otros aspectos y modos de hacer economía, sino un dirigente que estudia los modelos socialistas, capitalistas y a los principales teóricos en ambos campos, y toma lo mejor que cada sistema ofrece, acomodándolo a las condiciones y capacidades reales de Cuba. En este sentido, se puede resaltar el contraste entre las valoraciones realizadas por el argentino en su primer viaje realizado a los países del Campo Socialista, muy favorables al desarrollo de estos,[8] frente a los señalamientos que, unos pocos años después, comenzara a realizar a muchas de estas naciones, a Checoslovaquia y la propia Unión Soviética, como el excesivo atraso de las industrias en la URSS en relación con las empresas occidentales, tanto en materia de contabilidad, costos y control de inventario, como en maquinaria.[9]
Ocupa un espacio importante en la obra de Bernardo Pericás, el enconado debate económico que se produjo entre el revolucionario guerrillero y algunas figuras del gobierno revolucionario como Carlos Rafael Rodríguez y Alberto Mora, y donde participaron incluso intelectuales extranjeros como Charles Bettelheim y Ernest Mandel. La discusión básicamente se concentró en el mejor modelo económico que debía aplicarse en Cuba durante el proceso de construcción del socialismo. Mientras Guevara defendía el Sistema Presupuestario de Financiamiento, Carlos Rafael Rodríguez y sus colaboradores sostenían el Cálculo Económico, el mismo sistema utilizado en los países socialistas. Al respecto, Pericás hace uso de un variado aparato teórico y económico para explicar al lector los principales postulados que encerraban cada uno de los sistemas a debate, y señala los que, a su consideración, serían sus principales virtudes y defectos, sin olvidar, claro está, reflejar los puntos en los que se apoyaban los defensores de uno y otro. Debe destacarse que el intelectual brasileño intenta ser todo el tiempo lo más imparcial posible, realizando una crítica objetiva y seria a cada uno de los sistemas, sin mostrar favoritismos por uno u otro modelo en debate.
Es de resaltar en la obra, el análisis que realiza el autor de los procesos económicos que tuvieron lugar en la URSS y el resto de los países socialistas, y la incidencia que estos tuvieron en Cuba. A partir de ese entrecruzamiento de la información, Pericás permite una mejor comprensión de su objeto de estudio, al relacionar los debates que estaban teniendo lugar en la Isla, con aquellos que se desarrollaban en el mundo socialista. De esta forma, el lector conoce acerca del modo en que fue adoptado el Cálculo Económico en países como la URSS, Checoslovaquia, Rumanía, y los principales teóricos que sostuvieron o rechazaron tal modelo, a partir de diversos razonamientos.[10]
En esta dirección, el intelectual brasileño despliega un gran conocimiento teórico en cuestiones de economía. Por sus páginas transitan las tesis de Marx, Engels, Lenin, Bujarin y otros teóricos del marxismo. Sin embargo, lo hacen de manera que el lector puede comprender a cabalidad lo que se le está hablando, a partir de las muy oportunas aclaraciones y síntesis que realiza el autor a modo de cierre en cada una de las concepciones presentadas. Por otra parte, vale resaltar en este sentido que la obra está escrita con un lenguaje ameno y claro, alejado del modo economicista y técnico que, se pensaría, marcaría un estudio de la índole que se ofrece en Che Guevara y el debate económico en Cuba. Bernardo Pericás es capaz de referir términos tales como plusvalía, sistema presupuestario, eficiencia económica, sin que el lector se sienta ajeno a lo que lee.
Con la pretensión de ofrecer un estudio de la historia de la primera década revolucionaria a través de una figura y una problemática en específico, el autor desarrolla muy bien los conflictos y tensiones que marcaron los albores del proceso cubano, algo completamente lógico si se comprende que se trata de una trasformación radical de la nación, donde varios actores se encargaban del proyecto y de la obra. Aquí hay que recordar que, al triunfo de la Revolución, eran tres las principales fuerzas políticas en el país: el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el Partido Socialista Popular que no constituían, imposible, un bloque monolítico, sino que entre ellas, e incluso en su interior mismo, existían criterios diferentes respecto a las mejores formas que debía adoptar la Revolución en cuanto a economía, política e incluso cultura. Pericás, referente a su objeto de estudio, muestra y desarrolla estas discrepancias y la incidencia que tuvieron dentro de la política económica que el país, y especialmente el Che, intentaba desarrollar. Sin embargo, se debe señalar como una deficiencia, el divorcio que en algunos pasajes se percibe entre la realidad política y social de la nación, y la económica que se estudia. Por supuesto, la investigación no tiene más objetivo que adentrarse en ese aspecto de la vida del país, pero una mayor y mejor imbricación en los fenómenos políticos, por ejemplo, que tenían lugar, incluso en su aspecto internacional, hubieran enriquecido la obra y aportado más al estudio.
En esta misma cuerda, otro señalamiento que pudiese realizársele a Che Guevara y el debate económico en Cuba, son algunas afirmaciones realizadas por el autor, en las que absolutiza demasiado y no presenta los matices que tales asuntos poseen.
Uno de los capítulos más importantes de la obra es el referido a la concepción del “hombre nuevo” sostenida por el Che. En este, el historiador brasileño realiza un amplio recorrido a través de la historia del concepto, desde sus orígenes en el pensamiento marxista.
Con su modo característico de reflejar tales cuestiones de índole teórica, Luis Bernardo Pericás introduce al lector en las principales tesis e ideas sostenidas por Guevara, en las que resalta su equilibrio y su plena correspondencia con la realidad económica y social de la Isla. En este caso, vale señalar lo referente a los estímulos que debían realizarse a los trabajadores, los que deberían ser sobre todo morales, más que materiales, según el criterio del Che, sin embargo, este no negaba en ningún momento los segundos, solo priorizaba los primeros con el objetivo de resaltar el trabajo del hombre ante la sociedad y lograr su reconocimiento. Por otra parte, en una Cuba sumida en una profunda crisis económica donde las estrecheces marcaban el panorama general, no era posible un desenvolvimiento de estímulos materiales a gran escala.
En este mismo sentido, se debe destacar que Pericás enfrenta el estudio de este delicado tema a partir de una concepción que le otorga mayor riqueza y objetividad. En lugar de estudiar el concepto guevariano de “hombre nuevo” como “algo abstracto y excesivamente romántico, dejando de lado los factores concretos del momento histórico en que se elaboró y se trató de implementar (…), sin señalar los elementos políticos y económicos de que el hombre nuevo estaba imbuido”, el autor afronta su análisis principalmente a partir del destaque de los aspectos “históricos y económicos que motivaron la elaboración del concepto”,[11] con lo cual se evidencia continuador de los análisis que al respecto otros importantes investigadores han realizado como Leopoldo Zea,[12] pero va más allá al relacionar su interpretación del asunto, con el medio histórico en el que se originó y desarrolló.
El autor presenta una bibliografía rica y actualizada de obras y artículos de autores cubanos y extranjeros, que versan sobre los disímiles tópicos que analiza en su libro y donde resaltan, como fuente primaria fundamental, los discursos y escritos realizados por el Che, algunos de ellos no publicados hasta este momento en Cuba.
El jurado que otorgó el premio de ensayo “Ezequiel Martínez Estrada” que confiere la Casa de las Américas, a la obra Che Guevara y el debate económico en Cuba, reconocía un texto que, además de iluminar una zona casi desconocida dentro del desarrollo histórico de la Revolución Cubana, la década del sesenta, y profundizar en el pensamiento económico de Ernesto Guevara, aspecto poco resaltado entre quienes se han acercado a su figura, premiaba un libro sumamente útil y de una actualidad incuestionable. En efecto, en momentos en que la Revolución transita por los caminos de la actualización del socialista cubano, y lo enrumba por vías de prosperidad y eficiencia, el conocimiento de fórmulas y modelos económicos discutidos en el pasado por importantes intelectuales revolucionarios permitirá tomar las decisiones más acertadas y, sobre todo, guiar el proceso por una senda que lleve a la construcción de un sistema criollo, autóctono, desprendido de modelos foráneos -en un momento en que ciertas formas extranjeras, socialistas o no, encandilan a no pocos que buscan el desarrollo de la patria en otros lares- de acuerdo a lo que consideraba el Che, siguiendo el más auténtico pensamiento martiano: la construcción de la nación a partir de las características y elementos propios y más genuinos que la conforman.
[1] Valen resaltar aquí por su gran calidad las cintas “Diarios de motocicleta” del brasileño Walter Salles, y “Che” del director norteamericano Steven Soderbergh, protagonizada por el actor puertorriqueño Benicio del Toro.
[2] Se puede citar, por ejemplo, su artículo “El Che Guevara y la filosofía de la praxis” publicado en la revista Debates Americanos, La Habana, No. 3, enero-junio de 1997, pp. 55-70.
[3] Este es el caso, por citar un ejemplo reciente, de Jorge Fornet y su obra El 71. Anatomía de una crisis [Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2013]
[4] Luiz Bernardo Pericás: Che Guevara y el debate económico en Cuba. Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2014.
[5] Martagloria Morales Garza: “Los debates de la década de los sesenta en Cuba”. En Revista Temas, No. 55, julio-septiembre de 2008. p. 91.
[6] Ver María del Pilar Díaz Castañón: Ideología y Revolución. Cuba, 1959-1962. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004.
[7] Para más información consúltese el artículo de la investigadora Martagloria Morales citado anteriormente.
[8] Según Luiz B. Pericás, el Che dirá que si Antonio Núñez Jiménez había sido apodado “Alicia en el País de las Maravillas” luego de los halagos que realizara a los países del Campo Socialista, después de una visita realizada a estos, a él habría que apodarlo entonces “Alicia en el Continente de las Maravillas” por la impresiones que trajo de aquellas naciones. Luiz Bernardo Pericás: Ob. Cit. pp. 111-112.
[9] Por ejemplo, una delegación cubana que había visitado una industria en la URSS, con aproximadamente cinco mil obreros, habían observado que la empresa aún utilizaba el ábaco como la única forma de cálculo de costos. Luiz Bernardo Pericás: Ob. Cit. p. 168
[10] Ver el acápite “El debate económico en la Unión Soviética y en Europa Central”. Luiz Bernardo Pericás: Ob. Cit. pp. 151-186.
[11] Luiz Bernardo Pericás: Ob. Cit. p. 256.
[12] Leopoldo Zea: “El Che y el hombre nuevo”. En Revista Casa de las Américas, No. 206, enero-marzo de 1997.