La bandera cubana y El Álbum de Manzanillo

El académico correspondiente nacional Delio Orozco González, residente en Manzanillo, ante la imposibilidad de trasladarse a La Habana, ha enviado estos dos artículos sobre los símbolos nacionales como contribución al Taller de análisis historiográfico: La Historia como problema, que sobre el uso de los símbolos patrios el martes 24 en el Colegio de San Gerónimo a las 10:00 a.m.

Por: Delio G. Orozco González.
Historiador.
Director Archivo Histórico.
Manzanillo de Cuba.

Una explicación emocional y circunstancial.

Aquella mañana, una voz quebrada recordaba a los congregados la afirmación del poeta de que si un día fuese jirones el paño sagrado, los muertos alzarían sus brazos para defenderla. La forma en que escuché por vez primera a Camilo Cienfuegos y lo que decía, me marcó; sin embargo, nunca hurgué sobre el autor de aquellos versos y mucho menos traté de leer íntegramente el poema. Luego, supe que la estrofa había sido recitada -en arrebato discursivo-, el 26 de octubre de 1959 en La Habana.(1)

Pasó el tiempo, y un cuarto de siglo después, el «descubrimiento» del periódico literario manzanillero El Álbum, semanario que debió comenzar su vida útil el domingo 5 febrero de 1899, pues el 2 de abril del propio año editaba el número 9(2), ha provocado una revalorización en torno a los antecedentes de las publicaciones literarias en Manzanillo, en tanto, hasta este momento se creía había sido Alma Joven la antesala de ese empeño extraordinario que resultó ser la revista Orto. Pues bien, en los ejemplares a la vista, el pendón nacional es motivo de atención en cinco ocasiones: una fotografía en la cual una niña sostiene una pequeña enseña, un canto en prosa poética, dos poemas y un breve relato sobre los orígenes de la misma; a esta narración y a uno de los poemas, está dedicada la presente reflexión.

La bandera cubana: origen y significado.

Los textos republicanos y/o revolucionarios que abordan los orígenes de la enseña nacional ya sean en papel o formato digital, concuerdan, de manera general, en cómo se gestó el pendón cubano; las diferencias apreciadas -no sustanciales pero evidentes-, se verifican en la descripción connotativa que cada cual, según las circunstancias, le da a los elementos constitutivos, al color del pabellón y a uno que otro detalle en torno a su construcción. A evitar desatinos mayores ha contribuido, sin duda alguna, el testimonio de Cirilo Villaverde, testigo ocular de los hechos en la medianía del año 1849(3); sin embargo, como la mayoría de los tratadistas no citan exactamente las palabras del novelista vueltabajeño, escogiendo a voluntad el trozo que más le complace y/o satisface de la descripción de este, o agregando de su propia cosecha, ello ha dado pie a las diversas interpretaciones, a veces no exactas, que sobre el oriflama cubano existen.

En 1950, a propósito del centenario del emblema cubano, se publica un folleto(4) cuyo valor radica en haber sido escrito por un descendiente de Miguel Teurbe Tolón, quien, al parecer, tuvo acceso al legado informacional de Villaverde, pues su texto es casi copia y calco de la remembranza del escritor pinareño, amen de ofrecer otros datos que parecen haber sido trasmitidos vía oral y en torno a los cuales no se ofrecen referencias de ningún tipo y sí presenta semejanzas con lo publicado en Manzanillo en el penúltimo año del siglo XIX.

Ahora bien, el mérito del artículo(5) aclaratorio publicado en El Álbum de Manzanillo, radica esencialmente en el intento de fijar, a partir de documentos originales (eso refiere el autor), lo más veraz posible, los acontecimientos vinculados a la confección de la bandera cubana y aunque diferencias se notan, el núcleo duro es el mismo que el de Villaverde, publicado por el periódico La Revolución, en Nueva York, el 15 de febrero de 1873. A modo de ponderar semejanzas y diferencias entre ambos artículos y con el objeto de reproducir nuevamente un testimonio de valor irrecusable (Ver Anexo), quedan trasuntados los dos textos; a continuación el publicado en Manzanillo y en cuya transcripción respetamos la ortografía:

   
 
La Bandera Cubana.

Se ha disparatado tanto sobre el orígen y la significación de la enseña tricolor que levantan, altanera é invicta en los campos de Cuba, las huestes que manda el viejo dominicano, que creemos de nuestro deber -recordando lo que hemos leído en las memorias inéditas del General Narciso López y de su secretario C. Villaverde- no permitir que la leyenda sobre el origen de nuestra bandera mate la historia de nuestra insignia.

Era en 1849.

En la casa número 39 de la calle de Howard, que está en la parte baja de la ciudad de New York, vivía conspirando contra España, aquel venezolano que pintó en una frase al pueblo de Cuba, cuando dijo que era como el pato, que se le echaba al agua y nadaba. Reunidos una tarde con el general se hallaban, el dulce poeta Miguel T. Tolón y Cirilo Villaverde. Acababan de llegar de la redacción del periódico «La Verdad» que dirigía este último.

-«Estamos conspirando contra el poder de España en Cuba, dijo López, y no tenemos bandera»

Y Tolón, que manejaba el pincel como la pluma, tomó un lápiz dispuesto á hacer el diseño del nuevo pabellón.

Los tres departamentos los representaremos con listas azules en campo blanco, dijo López.

Y Tolón agregó: la unión y la fuerza quedarán representadas por un triángulo rojo.

Y Cuba -interrumpió Villaverde- será una estrella solitaria que pondremos en el triángulo.

Y mientras al amor de la lumbre; discutían el General y su Secretario si no era un contrasentido colocar una estrella en campo rojo, lo cual estaba -y está- en abierta oposición con las leyes de la heráldica, Tolón dibujaba la bandera que al día siguiente bordaba la hermana del poeta: Sra. Emilia T. Tolón.

Los que siguen creyendo que los listones de la primera bandera eran rojos y el triángulo azul, se convencerán de su craso error si pudieran admirar la muestra de nuestra primer insignia, que en lujoso marco y cubierto con vidrio, conserva religiosamente la familia del autor de Cecilia Valdés, ó la que hecha por las criollas de New Orleans, flotó por vez primera en Cárdenas el año 51, la cual también conserva como joya preciosa la viuda del abanderado que acompañó á López en aquella ocasión: la distinguida dama que fue esposa del inolvidable patriota Juan Manuel Macías.

Greenville.

Aunque no es objeto de estas líneas analizar la orientación política del movimiento de Nárciso López, obligatorio resulta discurrir sobre el asunto brevemente, en tanto, podría arrojar luz sobre la intención para la cual fue compuesto el gallardete cubano. Los historiadores que más seriamente se han planteado este asunto -hasta donde conocemos-, son Sergio Aguirre(6) y Philips Foner(7); ambos sostienen, después de meditadas y probadas reflexiones, que la intentona conducida por el venezolano era de corte anexionista. No obstante, la lectura y las afirmaciones de Villaverde nos dicen lo contrario; por ejemplo, las frases: “Vamos, señor dibujante, trácenos Ud. su idea de bandera libre de Cuba [...]” o “[...] en el centro del triángulo sólo correspondía poner la estrella de Cuba levantándose sobre un campo de sangre para presidir en la lucha y alumbrar el camino trabajoso y obscuro de la libertad e independencia de la patria aherrojada”, nos hablan claramente de intenciones separatistas.

Ahora bien, para dilucidar esta dicotomía de afirmaciones, basémonos en el artículo en cuestión. No olvidemos que el mismo fue escrito en plena campaña del 68, donde hubiera sido, si no un suicidio político, un descrédito apuntar la brújula hacia su posición original; pero con la misma fuerza que puede sostenerse esta idea, su contraria también puede ser validada, por cuanto, ¿sostuvo Villaverde, después de este escrito posiciones anexionistas?, ¿qué beneficio tácito le reportaría declararse independentista, sino sólo el placer y la convicción de serlo?; esto último ya no lo sabremos y si su intención, además de arrojar luz sobre un hecho histórico, alcanzaba también el deseo de limpiar o mantener incólume la memoria de su compañero, el hecho incontrastable de que el General Narciso López había sido agarrotado por los españoles lo colocaba ahora, sin duda alguna, en el mismo bando de quienes flameaban la insignia por él soñada y creada.

A pesar de todo, el aliento anexionista de aquellos tiempos puede rastrearse en el artículo por varias vías.
Primero, la negativa de José Antonio Saco de hacerse cargo del rotativo La Verdad, estaba asentada en el hecho incuestionable de que el periódico y sus sostenedores fueron férvidos legionarios del anexionismo, por tanto, el bayamés, que decía y ciertamente no era anexionista porque era más cubano que todos ellos juntos, no podía asumir la regencia de tal órgano de prensa.

Segundo, un viejo refrán reza: “dime con quien andas y te diré quien eres”, por tanto, ¿qué hacía entre aquellos conspiradores Manuel Hernández, quien por cierto propuso la estrella de Tejas para la bandera que surgía? Villaverde sólo relata la respuesta de Narciso López a tal proposición, pero no señala que en 1855 este Hernández acompañaría al filibustero William Walker en su expedición a Nicaragua donde, entre otros actos peregrinos, reimplantaron la esclavitud con el objeto de fortalecer los estados sureños.

Tercero, el apelativo de «gran patriota» que el novelista endilga a Gaspar Betancourt Cisneros, lo hace en función del amor que, según Villaverde, sentía el camagüeyano por su patria y los deseos de bien para esta, pues, ese es el significado de patriota: “persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien”(8); sin embargo, un simple oteo al pensamiento y pronunciamientos del Lugareño en los años que fue diseñada la bandera, nos revela un patriotismo muy distinto al que se gritó en La Demajagua o legisló en Güáimaro:

   
  Unida Cuba a esta fuerte y respetada nación [Estados Unidos], cuyos intereses en el sur se identificarían con los de ella [esclavitud], afianzarían su tranquilidad y su suerte futura; aumentaría su riqueza doblando el valor de sus haciendas y esclavos, triplicando el de sus terrenos; daría libertad a la acción individual, y desterraría ese sistema odioso y pernicioso de restricciones [monopolio español] que paraliza el comercio y la agricultura. (9)

Por lo antes expuesto -entre otras razones-, y en virtud de lucidez profética, Martí sentenció: “Walker fue a Nicaragua por los Estados Unidos; por los Estados Unidos fue López a Cuba”(10). Después de tal dictamen no hay margen a dudas, la enseña nacional cubana eclosionó alentando pretensiones anexionistas; ¿cómo es posible entonces que la nación la proclame suya e ize como símbolo señero de independencia y soberanía? La respuesta a tal aparente incongruencia la ofrece la historia de Cuba, pues toda la sangre vertida en la porfía libertaria, redimió y saneó el pecado original anexionista de lo que es hoy la bandera de la estrella solitaria.

“Mi bandera”: un poema y una profesión de fe.

Bonifacio Byrne nació en Matanzas en 1861; en 1896 tuvo que emigrar hacia los Estados Unidos por razones políticas y al término de la guerra de independencia regresó a su país. Hacía su entrada en la rada habanera el 4 de enero de 1899 con el alma enlutada y sombría por la muerte de su hijo(11), cuando asombrado vio, junto a la enseña cubana, el pendón norteamericano. La conmoción fue tal que a los labios saltaron aquellos enérgicos versos que, en 10 cuartetas, han pasado a la historia con el nombre de “Mi bandera” y en los cuales, si bien el estro poético no alcanza el brillo de otras composiciones suyas, han bastado no sólo para darle honra y prez al ilustre matancero, sino, para redimir también -del pecado original-, la bandera cubana.

Hasta donde se ha podido precisar, todas las versiones y reproducciones del poema de Byrne que hoy se conocen, proceden del libro Lira y Espada, poemario publicado en La Habana en 1901 por la tipografía de El Fígaro, con prólogo de Nicolás Heredia(12), incluso, cuando al cumplirse el centenario de la publicación del libro y los 65 años de fallecimiento del poeta, Octavio Borges Pérez publica un artículo(13) donde afirma que el poema fue publicado por vez primera “[...] el seis de mayo de 1899 [...]”, sin embargo, no señala dónde y, cuando transcribe los versos, copia los publicados en 1901.

Por su parte, el 23 de julio de 1899, en el número 24 del periódico literario de Manzanillo El Álbum, se publicó el poema “Mi Bandera” de Bonifacio Byrne dedicado a su coterráneo el General Pedro Betancourt. En primer lugar, esta publicación demuestra definitivamente que no es en Lira y Espada, como afirma Josefina Ortega(14), “[...] donde aparece “Mi bandera”, con el que Bonifacio Byrne alcanza el mayor reconocimiento de sus contemporáneos y las generaciones futuras”(15); finalmente y mucho más significativo, confirma los agónicos caminos de la creación, por cuanto, el escritor, inconforme con su obra, vuelve una y otra vez sobre sus textos en busca de perfección estilística y/o clarificación conceptual e ideológica. Veamos pues, como sintió y escribió prístinamente Byrne su poema y, al compararlo con la edición de 1901, cuales fueron las modificaciones hechas a un poema cuya última estrofa es tan conocida como los versos de la Guantanamera.

Versión de El Álbum   Versión de Lira y Espada
Al llegar de distinta ribera
con el alma enlutada y sombría,
afanoso busqué mi bandera
y otra he visto, además de la mía!
  Al volver de distante ribera,
con el alma enlutada y sombría,
afanoso busqué mi bandera
y otra he visto, además de la mía!
¿Dónde está mi bandera cubana,
la más bella bandera que existe?
Desde el buque la ví esta mañana,
y no he visto una cosa más triste...
  ¿Dónde está mi bandera cubana,
la más bella bandera que existe?
Desde el buque la ví esta mañana,
y no he visto una cosa más triste...
Con la fe de las almas austeras,
hoy sostengo con honda energía,
que no deben ondear dos banderas
donde basta con una: ¡la mía!
  Con la fe de las almas austeras,
hoy sostengo con honda energía,
que no deben ondear dos banderas
donde basta con una: ¡la mía!
En el campo que es hoy un osario,
vió á los bravos, batiéndose juntos,
y ella ha sido el honroso sudario
de los pobres guerreros difuntos.
  En los campos que hoy son un osario
vió á los bravos, batiéndose juntos,
y ella ha sido el honroso sudario
de los pobres guerreros difuntos.
Orgullosa lució en la pelea
sin ficticio y romántico alarde:
¡al cubano que en ella no crea,
se le debe azotar por cobarde!
  Orgullosa lució en la pelea
sin pueril y romántico alarde:
¡al cubano que en ella no crea,
se le debe azotar por cobarde!
En el fondo de oscuras prisiones
no ha escuchado la queja más leve,
y sus huellas en otras regiones
son letreros de luz en la nieve...
  En el fondo de oscuras prisiones
no escuchó la queja más leve,
y sus huellas en otras regiones
son letreros de luz en la nieve...
¿No la véis? Mi bandera es aquella
que no ha sido jamás mercenaria,
y en la cual se destaca una estrella
con más luz, cuanto más solitaria!
  ¿No la véis? Mi bandera es aquella
que no ha sido jamás mercenaria,
y en la cual resplandece una estrella
con más luz, cuanto más solitaria!
Del destierro en el alma la traje
entre tantos recuerdos dispersos,
y he sabido rendirle homenaje
al hacerla flotar en mis versos.
  Del destierro en el alma la traje
entre tantos recuerdos dispersos,
y he sabido rendirle homenaje
al hacerla flotar en mis versos.
Hoy que lánguida y triste tremola,
mi ambición es que el sol, con su lumbre,
la ilumine á ella sola -¡á ella sola!–
en el llano, en el mar y en la cumbre!
  Aunque lánguida y triste tremola,
mi ambición es que el sol, con su lumbre,
la ilumine á ella sola -¡á ella sola!–
en el llano, en el mar y en la cumbre!
Si deshecha en menudos pedazos
llega á ser mi bandera algún día...
nuestros muertos alzando los brazos,
la sabrán defender todavía!...
  Si deshecha en menudos pedazos
llega á ser mi bandera algún día...
nuestros muertos alzando los brazos,
la sabrán defender todavía!...
     

Los cambios, no sustanciales pero evidentes, denotan -como se ha apuntado más arriba-, una relectura del texto y evidente inconformidad del autor con la totalidad de su texto primitivo. En nuestra opinión, de las siete modificaciones realizadas, cuatro de ellas le aportan al texto, mientras las tres restantes no resultan tan felices como las anteriores. Validemos pues, nuestro criterio.

La ribera tampeña era en realidad más distinta que distante. Si bien fue centro de conspiración independentista y en ella Martí pronuncia formidables discursos, formaba y forma parte de una tierra diferente a la nuestra, además de ser el punto desde donde salen algunas de las fuerzas que escamotean el triunfo al Ejército Libertador; por otro lado, de Tampa a La Habana sólo hay 542 kilómetros, o sea, 337 millas, mucho menos de la distancia que es necesario cubrir para ir de Manzanillo a la capital de la isla.

Si bien la sustitución del adjetivo ficticio por pueril le otorga mayor sonoridad y facilidad de lectura a la quinta estrofa, en el orden conceptual la debilita, pues, hasta en los niños puede manifestarse el heroísmo, mientras la sangre derramada en modo alguno devino fingido alarde y si decisión que sirvió para redimir de cualquier pecado la actual insignia cubana.

La sustitución del adverbio de tiempo hoy por la conjunción adversativa aunque, le resta fuerza a la novena estrofa, en tanto, el carácter acusativo del presente (hoy), se vuelve feble ante una expresión que, si bien denota oposición, suaviza -en este caso- la denuncia poética.

No obstante, y como han observado algunos críticos de la obra de Byrne, no es este poema -ni con mucho- su mejor creación, a pesar de ello y sin dubitación alguna, este texto deviene el más trascendental de los escritos por el vate matancero, por cuanto, logra fundirse en magnífica simbiosis con el espíritu nacional que buscaba, aún busca, esa condición que lleva a plenitud la condición humana, ya sea individual o colectiva: la libertad.

No es un epílogo aunque lo parezca.

Nada mejor que la compañía del Padre Espiritual de la Nación Cubana para sostener una íntima reflexión que, si equivocada, resultará -por honrada-, absuelta.

“Todo los que es, es símbolo”, acotó el Apóstol y la enseña nacional constituye uno de esos referentes que en virtud de historia ha dejado hace rato de ser denotativo para trastocarse en poderoso instrumento connotativo; entonces, ¿por qué reducirla a las astas?, ¿por qué convertirla en referente emocional privativo de extranjeros o cubanos con solvencia pecuniaria en CUC?, ¿por qué el gallardete de las cinco franjas y la estrella no puede lucirse por el común de los cubanos en el pecho o en la frente?, ¿por qué las astas de la mayoría de nuestros sitios y monumentos históricos están desnudas?

Los anteriores cuestionamientos podrían explicar en gran medida la sincera preocupación en unos, fatua en otros, de por qué muchos de nuestros compatriotas, sobre todo jóvenes, llevan por doquier no sólo el pendón de las barras y las estrellas, sino, el de cualquier otra nación; en realidad ello no es una aberración, lo constituye, sí, el no llevar y lucir la nuestra de manera preferencial. Por eso podemos afirmar, después de apropiarnos de los versos de Joaquín Sabina en un proceso de mutuas aportaciones, esta sentencia transida de hondo y ¿por qué no? dolorido sentimiento:

 Que lucir mi bandera no cueste tan caro,
 Que mostrar la ajena no valga la pena.

Citas y Notas:

1.-http://matanzas.atenas.cult.cu/?q=node/365 (Sitio de la Casa de Cultura Municipal “Bonifacio Byrne”; consultada el 7 de agosto del 2007)

2.-Los ejemplares encuadernados que hemos podido consultar, propiedad del amigo José Escala Manday, van desde el 2 de abril de 1899, con su número 9, hasta el 30 de julio del mismo año marcado con el número 25. El ejemplar del 28 de mayo incluye, a toda página, un machón que describe el semanario de la siguiente forma:

EL ÁLBUM
Periódico Literario
Fundador: Lcdo. José Manuel Guerrero.
Director: Manuel Estrada y Estrada.
Administrador: Ramiro Ramírez.
Colaboradoras: Srta. Mercedes Nuñez, Srta. Dolores Bertrán, Sra. América Betancourt, Srta. Consuelo Álvarez.
SE PUBLICA LOS DOMINGOS
1899
IMPRENTA EL NUEVO RÉGIMEN
MANZANILLO.

3.-Villaverde, Cirilo. “¿Cómo surgió la idea de nuestra bandera”. En: Bohemia, La Habana, Edición extraordinaria, Año 42, No. 31, mayo 21 de 1950, p. 4

4.-Edwin T. Tolón. Homenaje a la Bandera Cubana. 1850-1950. (Obsequio de la cervecería “Polar” al pueblo de Cuba). La Habana, Imprenta “La Revoltosa”, Galiano 467, [1950]. Este Edwin T. Tolón era descendiente de Miguel Teurbe Tolón, diseñador de la bandera cubana.

5.-Greenville. “La bandera cubana”. En: El Álbum, Manzanillo, 25 de junio de 1899, Año I, Número 20, p. 157.

6.-Sergio Aguirre. Quien objeciones a Narciso López. La Habana, Tipografía Ideas, Amargura 113, 1962.

7.-Véase en el texto: Historia de Cuba y sus relaciones con Estados Unidos, 1845-1895. De la era del anexionismo al inicio de la segunda guerra independentista. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, Instituto Cubano del libro, 1973, tomo 2; los capítulos del 1 al 4 y especialmente este último.

8.-Véase el concepto de patriota en el Consultor Léxico Interactivo Océano de la Lengua Española.

9.-Philips Foner. Historia de Cuba y sus relaciones con Estados Unidos, 1845-1895. De la era del anexionismo al inicio de la segunda guerra independentista. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1973, Tomo 2, p. 17.

10.-Sergio Aguirre. Ob. Cit. p. 8.

11.-http://historiador.atenas.cult.cu/byrne.php
(Sitio del Historiador de la ciudad de Matanzas. Artículo de Arnaldo Jiménez de la Cal titulado: “Byrne, la bandera y el día del poeta”; consultado en julio del 2007)

12.-http://www.atenas.inf.cu/todo/Poetas/BonifacioByrne.htm
(Datos biográficos de Bonifacio Byrne; consultada el 7 de agosto del 2007)

13.-http://www.elhabanero.cu/2001/julio/nro151_01jul/cult_1jul112.html 
(Edición Digital del periódico El Habanero. Artículo de Octavio Borges Pérez titulado: “Byrne, uno de los iniciadores de la poesía social en Cuba”; consultada el 7 de agosto del 2007)

14.-http://www.lajiribilla.co.cu/2004/n190_12/memoria.html
(Sitio de La Jiribilla. Artículo de Josefina Ortega titulado “Bonifacio Byrne. Poeta de la Guerra”; consultada el 7 de agosto del 2007)

15.-Idem.

ANEXO

Carta enviada por Cirilo Villaverde al periódico La Revolución, donde relata cómo surgió la bandera cubana.

Nueva York, febrero 12, 1873.
Señor director de La Revolución de Cuba.

Muy señor mío:

Haciendo usted una ligera reseña histórica de la bandera en el número 62 de su apreciable periódico, dice entre otras cosas: “Hay quien atribuye su invención al poeta Miguel Teurbe Tolón, hombre de gran talento y mucho mérito; pero sin duda Gaspar Betancourt Cisnero (El Lugareño) fué quien mayor parte tuvo en el trabajo. A imitación de la bandera americana, se escogieron las fajas para representar los estados, y se determinó que cinco fajas, tres azules y dos blancas, representaran a los cinco estados en que debía dividirse Cuba”

En todo esto hay varios errores de bulto que conviene rectificar en tiempo, por honor de una bandera que es ya símbolo del heroísmo cubano. Ni en su concepción ni en su dibujo tuvo parte ni arte, como suele decirse, el gran patriota y distinguido Gaspar Betancourt Cisneros, más conocido por el sobrenombre de El Lugareño. La concepción de nuestra gloriosa bandera fue exclusiva del ilustre Narciso López, la ejecución del plan se debió al buen patriota y entusiasta patriota Miguel Teurbe Tolón.

El que esto suscribe fué testigo ocular y puede dar testimonio fehaciente de lo ocurrido en torno de una mesa cuadrilonga, en la sala del fondo del segundo piso de una casa de huéspedes en la calle de Warren, cerca del río Norte, entre la calle Church y Collene Place, en los primeros días del mes de junio de 1849. Allí vivía Tolón y allí concurríamos casi todos los desterrados de entonces. El general López, Betancourt, Aniceto Iznaga, Pedro Agüero, Macías, Sánchez Iznaga, Manuel Hernández y otros varios.

Todos habían venido a Nueva York desde agosto del año de 1848, para hacerse cargo de la redacción de “La Verdad”, puesto que no quiso aceptar el célebre publicista José Antonio Saco. Su primer cuidado fué dar una forma elegante al periódico cubano, para lo cual dibujó una viñeta, que se hizo grabar y estereotipar, representando la isla de Cuba, tras de cuyas costas septentrionales asomaba el benigno sol de la libertad. Tan graciosa como correcta viñeta llamó la atención de López, quien había precedido a Tolón en su venida a este país sólo unos pocos días, y se ocupaba de construir una bandera que le sirviera de enseña para guiar las huestes libertadoras de Cuba, cuando allá condujese la formidable expedición de hombres y pertrechos, conocida por Round Islan. En su salida precipitada de los valles de Manicaragua dejó abandonados algunos papeles, entre ellos el borrador de una proclama al ejército español, el de la dimisión de su empleo de mariscal de campo, honores y condecoraciones, y sobre todo el rudo boceto de una bandera, con que debió darse el grito de independencia simultáneamente en Trinidad y Cienfuegos, el 28 de junio de 1848.

El tal boceto de bandera, que el que esto escribe vio agregado a la causa de la conspiración, preso en la cárcel de La Habana, con los demás principales conjurados, era muy sencillo, pues que se componía de los colores republicanos, en tres fajas horizontales, azul, blanca y roja; imitación lejana de la famosa bandera de Colombia. Pero familiarizado ahora con el pabellón americano modificó su plan primitivo de bandera cubana, por lo cual, Manuel Hernández, que después murió desastrosamente en el sitio de Granada, en Nicaragua, del que esto escribe y de algún otro, dijo a Tolón, poco más o menos, las siguientes palabras: “Vamos, señor dibujante, trácenos Ud. su idea de bandera libre de Cuba. Mi idea, agregó tomando un lápiz de manos de Tolón, era ésta, cuando me hallaba en las minas de Manicaragua”, y dibujó la de que acaba de hablarse.

Pero añadió en seguida que debía imitarse en cuanto se pudiera el pabellón americano, porque en su concepto era el más bello de las naciones modernas. No había sino tres colores para escoger; López expresó que las fajas debían ser tres en representación de los tres departamentos militares en que los españoles dividían las isla desde 1829; lo que había que discutirse era únicamente la distribución de aquellas, de la manera más conveniente, a fin de que la imitación no resultara una copia servil de la bandera que se proponía como prototipo. En tal virtud, se decidió que las fajas no fuesen rojas; tampoco que fuesen blancas en campo azul, porque según observó López que, como militar, tenía una gran experiencia, a la larga distancia desaparece el color blanco. Hubo, pues, que trazar una faja azul horizontal en el borde superior para que representara el Departamento Oriental, otra del mismo ancho en el centro en representación del Camagüey y las Cinco Villas o tierra adentro, y una tercer faja en el borde interior, que estaría por el Departamento Occidental. Dichas tres fajas en campo blanco, símbolo de la pureza de las intenciones de los republicanos independientes. Ahora bien, ¿sería eso bastante para construir un pabellón nacional republicano? ¿Que hacer con el color rojo? Sólo dos formas cabían para representarlo convenientemente, a saber: el cuadrado y el cuadrilongo, según se acostumbraba en los pabellones nacionales. López que era franc-masón, naturalmente optó por el triángulo equilátero, figura geométrica más fuerte y significativa. Pero adoptado el triángulo, como desde luego se adoptó, ¿no pedía la heráldica que se colocara en el centro el ojo de la Provindencia? Alguien de los presentes, se cree que Hernández, sugirió la idea que López combatió con razones de gran peso; recordó la estrella de la bandera primitiva de Tejas, y decidió que en el centro del triángulo sólo correspondía poner la estrella de Cuba levantándose sobre un campo de sangre para presidir en la lucha y alumbrar el camino trabajoso y obscuro de la libertad e independencia de la patria aherrojada.

Tolón trasladó al papel con mano hábil el feliz pensamiento del general López, lo iluminó en seguida con los colores, en el orden requerido, y quedó trazada una hermosa bandera, por más que, como decía el distinguido general Pedro Arismendi, estuviese su combinación en pugna con las reglas de la heráldica. En nada se parece a esta bandera la que flotó en Bayamo y otros sitios de Oriente el primer semestre del alzamiento cubano, y es además muy defectuosa, por tener blanca la faja más corta superior, y en consecuencia, vista de lejos, resulta una escuadra cuyo brazo más corto lo forma un cuadro rojo, y el más largo en un listón azul.

Ahora bien: ¿cómo vino a elegirse la bandera de López en el congreso de Guáimaro? Lo único que podemos decir sobre este particular es que poco antes de ese suceso memorable se encontró en una caja de hojalata, cerrada herméticamente, la bandera de seda que había llevado de aquí el gran patriota Betancourt Cisneros, y que había enterrado en el piso natural de la sala de su casa en la hacienda de Najasa, la última vez que allí estuvo a la vuelta de su larguísimo destierro.

La primera bandera cubana la construyó en esta ciudad una Emilia no menos filibustera que entusiasta, para regalársela a su autor. La primera que flotó públicamente aquí, la izaron el 11 de mayo de 1850 los hermanos Beach, dueños del Sun, en lo alto de su oficina, situada entonces en la esquina de abajo que forma la intercepción de la calle Fulton con la de Nassau, donde ahora se halla la oficina del comercial Advertiser. La que flameó en Cárdenas el 19 de mayo del mismo año fué presentada al regimiento de Luisiana por algunas señoritas de Nueva Orleans, entusiastas del general López.-C. Villaverde.

(“La Revolución, N. Y. Febrero 15, 1873)

Fuente: Villaverde, Cirilo. “¿Cómo surgió la idea de nuestra bandera”. En: Bohemia, La Habana, Edición extraordinaria, Año 42, No. 31, mayo 21 de 1950, p. 4.