Juan J. Remos, 1943
“Las Academias Nacionales”
Las Academias Nacionales son la genuina representación de la alta cultura. A ellas deben arribar, por severo sentido de depuración, los individuos más significativos de la vida intelectual del país, y su labor ha de tener un marcado espíritu de ponderación y responsabilidad, capaz de hacerla punto de referencia, doctrina que sienta la sabiduría, fuente indispensable en todo cuanto a su contenido toca.
Esto es, por lo menos, la aspirada función sustantiva a que ha respondido la concepción de este tipo de organismos oficialmente respaldados y sostenidos, y generalmente respetados. Por eso el número de sus miembros ha de ser limitado (como ha de corresponder a una selección cuidadosa); sus manifestaciones deben ser parcas, solemnes; y su voz debe resonar con autoridad y prestigio.
Tales son la esencia, los requisitos y la sensibilidad con que han de proyectarse estas instituciones. La realidad ha hecho que con frecuencia se vulneren sus cualidades, como sucede con todas las grandes empresas espirituales, que tienen que ser regidas, al cabo, por la voluntad humana, donde los intereses y las pasiones en juego, suelen violar el ideal, para conformarlo a las exigencias del medio.
A pesar de estas quiebras, las Academias, por lo común, han cumplido una misión cultural que aunque a veces se hubiera preferido superior, no ha dejado de ser útil y eficaz. De todos modos, ellas siguen constituyendo la recompensa máxima de una vida consagrada al estudio y a la producción intelectual…
En Cuba las Academias han laborado intensamente y gozan de una tradición cultural que las enaltece y honra a la Nación. A veces se han batido contra la penuria a que las condena la indiferencia de una política social equivocada o las estrecheces a que se sienten obligados los Gobiernos en las grandes crisis económicas, viéndose compelidos a recurrir a ajustes indispensables, y las hemos visto mantenerse airosamente, y continuar trabajando en todas las medidas de sus fuerzas…
La labor de la Academia (la AHC) ha sido ejemplar, muy prolífica…
La Academia de la Historia está en vías de instalarse como en verdad le cuadra. Su actual Presidente se afana por llevar a cabo este empeño, y enmarcará la Academia en una de esas casas coloniales, que tiene el prestigio de su sabor histórico y que darán al espíritu de los constantes trabajadores de la institución, el ambiente acogedor de nuestros abuelos, que vivieron el propio ayer cuyo ritmo aquellos auscultan.
(en Anuario Cultural de Cuba, 1943.)