Palabras del Académico Concurrente René González Barrio

Girón: la lección.
Coronel René González Barrios

Palabras del Académico Concurrente René González Barrio en la Sesión Solemne del  12 de abril de 2011 por los 50 años de la proclamación del carácter socialista de la Revolución cubana y por la victoria de Playa Girón sobre la invasión mercenaria.

Tienen los pueblos la tradición milenaria de recordar o celebrar acontecimientos y hechos, que por razones diversas –felices o cruentas–, han trascendido generacionalmente, o marcado un hito en su historia. Es una práctica válida, que permite afianzar valores y perpetuar en la memoria colectiva, momentos importantes de la historia nacional y universal. No obstante, la historia, como ciencia, no debe circunscribirse sólo al recuerdo o memorización mecánica de efemérides, sino al estudio profundo, integral y multiespectral de los acontecimientos y personalidades.

Una de las fechas más importantes de la historia de Cuba y de América es –sin lugar a dudas–, el 19 de abril de 1961. Ese día, en las arenas de Playa Girón, un ejército de pueblo o un pueblo en armas, como prefiramos llamarle, derrotaba de manera aplastante la invasión minuciosamente preparada por el gobierno de los Estados Unidos.

La victoria de Playa Girón ha pasado a la historia como la “primera derrota” del imperialismo yanqui en América. Apenas dos años antes, en otra memorable fecha –1ro de enero de 1959–, la Revolución triunfante ponía fin al carcomido sistema socio-político y al ejército diseñado, preparado y adoctrinado por Estados Unidos, echando por tierra 60 años de ocupaciones, vejámenes, y mutilación de la soberanía nacional.

Girón 

La victoria de Playa Girón ha pasado a la historia como la “primera derrota” del imperialismo yanqui en América.

La “Operación Pluto” preparada por la Agencia Central de Inteligencia, fue la revancha organizada por el imperio contra las fuerzas pujantes de la Revolución Cubana. Para materializarla, empleó a representantes de los intereses espurios de la sociedad putrefacta que había sido superada, a efectivos de la Agencia Central de Inteligencia y a sus propias Fuerzas Armadas.

Es nuestro objetivo principal en estas páginas, reflexionar sobre la participación directa de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en la agresión de Playa Girón, y caracterizar la verdadera ralea de los invasores. Una relectura de ambas aristas de aquel acontecimiento histórico, nos permitirá, una mirada más clara y profunda al presente y al  futuro.

Primero de enero de 1959: preámbulo de la invasión

La política de estrecha hermandad – subordinación, que hasta diciembre de 1958 predominó en las relaciones militares cubano-norteamericanas, llevaba implícito el adoctrinamiento político e ideológico, la instrucción, la preparación de las tropas y los suministros logísticos. El 22 de diciembre de 1950 habían quedado establecidas en La Habana, las Misiones Militares Aérea y Naval de los Estados Unidos en Cuba, con un nutrido grupo de asesores y especialistas, y a partir de1955, como parte del Convenio Bilateral de Ayuda Mutua, el Grupo de Ayuda y Asesoramiento Militar (MAAG).

Fidel-Castro-Playa-Giron-Cuba

Cursos avanzados en las más importantes instalaciones y academias militares de los Estados Unidos, de perfeccionamiento del idioma inglés, y ejercicios y entrenamientos en polígonos de la Florida, formaban parte de la cotidianidad de aquel ejército, que en la Base Naval de los Estados Unidos en la Bahía de Guantánamo, tenía un centro permanente de aprovisionamiento logístico.

Bombas y municiones norteamericanas suministradas allí, sirvieron a la Fuerza Aérea del Ejército de Batista, para masacrar al pueblo cubano en zonas liberadas por el Ejército Rebelde. Por ello, la respuesta del Comandante Raúl Castro con la Operación Antiaérea y la detención de 49 ciudadanos norteamericanos, entre ellos 29 infantes de marina de la Base Naval, para que fueran testigos presenciales de la participación directa de sus fuerzas armadas y gobierno, en la guerra de Cuba.

No fue casual y si una señal inequívoca de soberanía e independencia, que en fecha tan temprana como el 10 de enero de 1959, el líder de la Revolución Cubana, Comandante Fidel Castro Ruz, declarara ante la prensa el fin de la colaboración militar con los Estados Unidos:

“…No la queremos… ¿Para qué ha servido…? Para perder la guerra. Si nos van a enseñar eso, es mejor que no nos enseñen nada…” 

Días antes, el comandante del Ejército Rebelde, Demetrio Montseny Villa, primer jefe militar de la revolución en Guantánamo, anunciaba a las autoridades de la Base, que desde ese momento se acababan los francos norteamericanos en aquella ciudad y en Caimanera. Ponía fin a la omnipresencia y desfachatez de los marines. Comenzaba una nueva y soberana época en la isla.

La reacción del gobierno de Eisenhower ante la derrota de un ejército construido a su gusto, imagen y semejanza, no se hizo esperar. La respuesta sería inevitablemente militar, aunque para ello emplearían primero todo su arsenal subversivo, preferentemente, a los representantes del viejo ejército y del viejo sistema. Nadie como ellos para defender los intereses imperiales. En definitiva, eran coincidentes.

Al traumático golpe militar que significó el triunfo revolucionario, se unió otro contundente en lo político y económico. Las medidas cada vez más radicales de la Revolución para hacer realidad el Programa del Moncada, afectaba directamente los intereses de los monopolios y empresas extranjeras –especialmente las estadounidenses–, y de la oligarquía cubana, en su mayoría enriquecida tras turbias transacciones. El ejemplo de Cuba, era nefasto para el dominio hemisférico del imperio.

Las acciones no se hicieron esperar. Sabotajes, atentados, bombardeos, fomento y sustentación de bandas contrarrevolucionarias, acciones piratas, campañas mediáticas en las que se satanizaba a la revolución y sus líderes, guerra diplomática, bloqueo económico y rompimiento de relaciones, fueron sólo una parte del rostro de la agresión en ciernes.

En octubre de 1960, 1 450 infantes de marina eran desplegados en la Base Naval de Guantánamo, tras realizar desembarcos desde el  buque anfibio Boxer. La revista norteamericana World Report, el 3 de octubre se hacía eco de la noticia y advertía el peligro real que tal incremento de fuerzas representaba para Cuba:

“Los impresionantes refuerzos llegados a Guantánamo muestran que Cuba está situada a merced de la fuerza militar de Estados Unidos, y que Estados Unidos está listo para entrar en acción si lo necesitare”.

Ese mismo día, el almirante Arleig A. Burke jefe de operaciones navales de Estados Unidos y amigo íntimo de Batista, declaraba a la revista US News and World Report:

“Nosotros no debemos estar dando explicaciones. Nosotros somos poderosos y somos el líder del mundo (…) La Marina está interesada no solo en nuestra Base Naval de Guantánamo, sino acerca de toda la situación cubana”.

Mucho se ha comentado y escrito del escandaloso fiasco de la CIA con el fracaso de “Bahía de Cochinos”, como en el norte llaman a aquella operación. Las declaraciones anteriores, y otros elementos que ofreceremos a continuación, demuestran que la invasión mercenaria no fue un plan artero y unilateral de la inteligencia norteamericana, sino una bien concebida operación militar que llevaba por verdadera finalidad la intervención militar directa de los Estados Unidos en Cuba.

En enero de 1961, tras el brusco rompimiento de relaciones con Cuba, el imperio amenazó a la isla emprendiendo las maniobras Convex-161 en el Caribe, con la participación de un portaaviones, un submarino atómico, tres submarinos convencionales, diez destructores y otras unidades de apoyo, así como mil infantes de marina.

La CIA obtuvo del Consejo de Seguridad Nacional, autorización para que aviones de exploración estratégica U-2 “Dragon Lady”, de la Base de la Fuerza Aérea de Edwards, California, realizaran sobrevuelos en Cuba, para obtener datos sobre el orden combativo de la aviación y las tropas terrestres cubanas, y datos geográficos que permitieran seleccionar el lugar adecuado para el desembarco mercenario. Estos sobrevuelos, se materializaron los días 19 y 21 de marzo, apenas un mes antes de la invasión.

Desde febrero de 1961 el destructor DD-844 “Perry”, convertido en buque de intercepción de señales y basificado temporalmente en la Estación Aero-Naval de Key West, Florida, monitoreaba las transmisiones cubanas, desplazándose a todo lo largo de nuestras aguas territoriales. Este buque monitoreó después, las transmisiones de la brigada mercenaria en Girón, durante su debacle.  Fue él, quien captaría por radio la última comunicación del Jefe de la Brigada Mercenaria “(…) no tenemos nada con qué pelear…me dirijo hacia los árboles, no puedo esperar por ustedes”.

A partir del 27 de marzo, la emisora contrarrevolucionaria Radio Swan, en el contexto de la guerra psicológica asociada a la Operación “Pluto”, sólo transmitió informaciones vinculadas a las organizaciones enemigas en Cuba. Antes, durante y después de la invasión, tergiversó olímpicamente los hechos. En ello emuló con las agencias AP, UPI y AFP, tan imaginativas y fantasiosas, que con una falta total de ética profesional y escrúpulos, hacían desembarcar fuerzas en el puerto de Bayamo, anunciaban cruentos combates en las calles de La Habana y Cienfuegos, el avance impetuoso de tanques rusos contra la capital, el sobrevuelo de Migs soviéticos que nunca habían llegado a suelo cubano y masivos alzamientos en la Sierra Maestra, entre otras falacias. Randolph Hearts y Joseph Pullizert, los maestros del jingoismo, fueron niños comparados con estos.

El 3 de abril, el Departamento de Estado publicó su primer “Libro Blanco”  sobre Cuba, donde afirmaba: “La situación presente en Cuba hace confrontar al Hemisferio Occidental y al sistema interamericano un reto grave y urgente”.

Ese mes, la Junta de Jefes de Estado Mayor ordenó al Comando de Defensa Aérea de América del Norte (NORAD), ejecutar la Operación “Southern Tip”, que establecía una estación de vigilancia por radar en el mar, con tres buques DER y AGR, para monitorear el espacio aéreo entre Cuba y la parte meridional de la Florida. Los buques, que rotaban, eran ubicados a unas 100 millas al este de Key West, unas 80 al sur de Miami y a 90 de la costa norte de Cuba. Las localizaciones eran reportadas directamente al Centro de Control del Comando de Defensa Aérea Continental.

Un Destacamento de U-2, se trasladó desde la BFA Edwards en California, hacia la BFA Laughlin, en Texas, y a partir del 6 de abril, en el marco de la Operación “Flip Top”, realizaron 15 misiones vuelos contra Cuba.

La CIA reclutó sus mercenarios en Estados Unidos y los preparó en Guatemala, Puerto Rico y Miami. Sin embargo, el ejército de los Estados Unidos, preparó en la Base Aérea de Homestead, en La Florida, una fuerza contrarrevolucionaria de choque, que pretendía desembarcar directamente en la provincia Oriental, con el apoyo de la Base Naval de Guantánamo, donde aguardaba una fuerza inhabitual de alrededor de cuarenta buques de combate y aseguramiento, concentrados allí a inicios del mes de abril de 1961. Para justificar tal presencia, el Pentágono anunció la realización de una maniobra militar en el área del Caribe. Era en realidad, la cobertura bélica a la invasión de Playa Girón.

La brigada mercenaria 2506, armada y pertrechada hasta los dientes y que incluía la posesión de 49 aviones, de ellos 24 bombarderos,  estuvo escoltada por una poderosa agrupación naval norteamericana que brindó cobertura al desembarco, en espera de la orden –que nunca llegó–, de entrar en acción en apoyo del gobierno espurio del traidor José Miró Cardona, anclado en una Instalación Militar de la Florida.

Recibió abierta colaboración de los gobiernos de Guatemala y Nicaragua. El presidente de Nicaragua Luis Somoza Debayle los despidió en puerto Cabezas. Desde el muelle gritaba a los mercenarios “tráiganme un par de pelos de la barba de Castro” . Como pago al gobierno guatemalteco, elementos de la brigada 2506, mientras se entrenaban para invadir Cuba, fueron empleados en operaciones contra las guerrillas de ese país. 

Fidel-Castro-Playa-Giron

El destacamento naval norteamericano de cobertura, era muy superior en poder de fuego a la brigada mercenaria. Nombrado Fuerza de Tarea Alfa, lo componía el portahelicópteros de asalto anfibio LPH-4, Boxer, con un batallón de la 2da División de Infantería de Marina a bordo; el portaaviones CVS-9, Essex, con 40 aviones de combate: los destructores DD 507 Conway; DD 756 Murray; DD 701 Eaton, y el portaaviones CVA Shangai La, con setenta aviones. Lo acompañaban dos submarinos.
Respecto a la magnitud de la cobertura militar norteamericana a la invasión, como bien se explica en el prólogo a la edición cubana del libro “Bahía de Cochinos: la historia no contada”, del historiador norteamericano Peter Wyden:

“…Resulta insólito que prevalezca el criterio de que la fuerza de tarea de portaaviones Alfa, de la armada estadounidense, integrada por un portaaviones, siete destructores y dos submarinos, solo fuera asignada para dar cobertura a la travesía del convoy hasta las costas cubanas…” 

Wyden ponía en duda que la presencia de una fuerza de tarea anfibia reforzada en el área, formada por dos buques anfibios de desmbarco (LST), cargados de artillería y tanques y dos transportes de asalto AKA, con 1 200 marines a bordo, fuera sólo para asegurar y ayudar en el desembarco a los invasores. La desproporción entre la Fuerza de Tarea Alfa y su supuesta misión, evidencian el objetivo real del gobierno americano.

Pero los organizadores norteamericanos de la invasión, enviaron a tierra teams de exploración, para asegurar el desembarco mercenario. Cuatro pilotos norteamericanos murieron abatidos por el fuego de nuestros aviones y derrotada la invasión, en una mezcla de arrogancia e impotencia, aeronaves de combate del portaaviones Essex, sobrevolaron los campos ya libres de mercenarios de Playa Girón.

Debo señalar que aunque el desenlace principal de los hechos ocurrió, en la Ciénaga de Zapata, Girón no fue sólo allí. El país completo vivió la amenaza del desembarco y la agresión. El propio día 17 de abril, unidades navales de la marina de guerra norteamericana realizaron una maniobra de distracción radioelectrónica desde el norte del puerto de Mariel, en La Habana, hasta Bahía Honda, Pinar del Río, pretendiendo desviar la atención de la dirección del golpe principal. El 15 de abril, en la provincia oriental, muy cerca de Baracoa, la agrupación mercenaria del traidor Nino Díaz se disuadió de desembarcar, al percatarse de la presencia de fuerzas revolucionarias.

Aquel intento estaba vinculado a una probable autoagresión en La Base Naval de Guantánamo, como pretexto para una intervención armada directa.

Todo el país estaba, ecuánime y dispuesto, sobre las armas. La Isla de Pinos era un bastión inexpugnable, y no quedaba un solo pedazo desembarcable del territorio nacional, donde al menos un pelotón de milicianos, esperara con ardor patriótico al agresor. Las organizaciones de masas y la vigilancia popular, habían ayudado en la detención preventiva de los enemigos y posibles aliados de la contrarrevolución en las zonas urbanas. El Escambray, estaba copado y las bandas neutralizadas. Cuba entera estaba lista para la guerra.

De haberse consolidado la cabeza de Playa, e intervenido directamente las fuerzas armadas de los Estados Unidos, la historia hubiera sido diferente. Con toda seguridad, estuviéramos hoy combatiendo contra el imperio, si no lo hubiéramos derrotado antes. Como dijera nuestro Comandante en Jefe en el acto por el XXV Aniversario de la Victoria de Playa Girón “…La importancia de Girón no está en la magnitud de la batalla, de los combatientes, de los hechos heroicos que allí tuvieron lugar; la gran trascendencia histórica de Girón no es lo que ocurrió, sino lo que no ocurrió gracias a Girón.”

Cabe preguntarnos ahora ¿Quiénes eran y que buscaban los mercenarios?

Los integrantes de aquella expedición punitiva venían a la isla a reinstalar el status quo de la república amañada y sumisa que administraba a su antojo “el Hombre”, como llamaban a Fulgencio Batista sus amos del norte. Una república de contrastes cuya realidad se trata de edulcorar hoy por inescrupulosos seudo historiadores, empecinados en lustrar la imagen maculada del dictador. Formaban parte de la brigada mercenaria:

  • 100 latifundistas
  • 24 grandes propietarios
  • 67 casatenientes
  • 112 grandes comerciantes
  • 194 ex militares y esbirros de la tiranía
  • 179 oportunistas burgueses
  • 35 magnates industriales
  • 112 lumpens y otros

Venían, de conjunto, a recuperar los siguientes bienes:

  • 27 556 caballerías de tierra
  • 9 666 edificios de apartamentos y casas
  • 70 industrias
  • 10 centrales azucareros
  • 3 bancos comerciales
  • 5 minas
  • 12 cabarets y bares y otras muchas variedades de propiedad.

De los principales jefes del derrotado ejército de Batista, de su élite militar, no hubo representantes en las arenas de Playa Girón. Quizás los frenara la experiencia propia y el miedo a una segunda derrota, o tal vez, la falta de motivaciones reales para combatir. Muchos eran los miles de pesos y dólares que se habían llevado del país y no estaban dispuestos a perderlos. Más bien, ansiaban disfrutarlos. Además, no les acompañaba prestigio y moral para encabezar aquella aventura. Vivían entonces entre nauseabundas acusaciones por la responsabilidad del descalabro del 1ro de enero.

giron_derrota

Los prisioneros fueron tratados con especial humanidad. Fue aquella otra larga y difícil batalla. Fidel personalmente dialogaba y discutía con ellos. No hubo durante el internamiento un solo incidente. La mayoría manifestó públicamente su arrepentimiento. Según ellos, vinieron engañados a combatir la presencia de cientos de comunistas chinos y checos. Engañados o no, lo cierto es que el escenario idóneo para la agresión dibujado por Estados Unidos, fue muy distinto al que encontraron. Concientes o no de ello, los mercenarios fueron utilizados por el imperio, quien para emplearlos como punta de lanza a la invasión, les hizo creer que el país estaba sumido en un caos total. Refiriéndose a este particular, el Jefe de la brigada mercenaria, José Alfredo Pérez San Román, escribió:

“Nuestros Reportes de Inteligencia nos habían asegurado:

  1. La situación dentro del país es ideal. El pueblo ansía un brote rebelde para unirse.
  2. El Ejército Rebelde está desmoralizado, muchas guarniciones se unirán a la Brigada.
  3. El Gobierno no cuenta con unidades de tanques.
  4. Los milicianos no desean pelear ni quieren a Fidel. Con excepción de una pequeña minoría los demás pertenecen a ellas para no perder sus trabajos.
  5. El 20 % de los habitantes apoyará al Gobierno, el 25 % apoyará a la invasión, el resto esperará los resultados.
  6. La superioridad aérea será nuestra. Nuestros B-26 no permitirán a las fuerzas enemigas muy superiores en número y armamentos, llegar hasta la Brigada.
  7. No hay medios de comunicación en toda la Zona. Las líneas telefónicas más próximas están en Covadonga, a unos 60 kms, del punto de desembarco.
  8. La población  civil de la zona es tan ínfima que no merece mención.
  9. El enemigo no podrá reaccionar y presentar combate por lo menos hasta pasadas las primeras 72 horas del desembarco.

Y así, por ese estilo, era toda la inteligencia que se había “colectado”, “elaborado” y “evaluado” por nuestras agencias que, por lo visto, tenía como único “informante” a “Radio Swan”, o como quiera que se escriba la porquería esa, dirigida por los que sólo se saben fajar con la lengua y ni siquiera eso saben.”

Del estado moral de aquella tropa, dio fe ante las cámaras de la televisión cubana el mercenario Manuel Pérez García, veterano de la II Guerra Mundial. Había peleado en la campaña del Pacífico entre 1941 y 1945, donde resultó herido y fue condecorado como héroe con la Medalla del Congreso, por haber dado muerte a 83 japoneses y salvar la vida de un alto Jefe. Uno de sus hijos había muerto en Corea al servicio del imperio en lo que él mismo Pérez declaró al periódico “Hoy”, que había sido una guerra injusta. El otrora “héroe de los yanquis”, el hombre de las mil batallas, repetía constantemente que sus fuerzas no dispararon y pedía que lo fusilaran, que él no tenía perdón por lo que había hecho.

Durante el juicio a los mercenarios, en sus declaraciones ante el tribunal militar, el entonces capitán del Ejército Rebelde Osmany Cienfuegos Gorriarán, que había tenido una activa participación en la captura de aquellos, declaraba:

“Cuando se les preguntaba, casi todos los señores de esta brigada decían que habían venido de cocineros, que ellos no habían tirado. Nunca una tropa militar tuvo tantos cocineros como esta brigada mercenaria, en la cual ellos decían que no habían tirado. Casi todos venían de cocineros. Esa cobardía se demostró posteriormente con el número de detenidos que hay aquí presentes: una brigada de 1400 hombres, donde hay 1200 prisioneros, una brigada que ocupó, con todo el apoyo del imperialismo yanqui, una parte de nuestro territorio, y que no tuvo el coraje mínimo de pretender defender ese territorio; una brigada en la cual ni un solo jefe de batallón ha muerto en el combate; una brigada donde todos los jefes de batallón y todos los jefes de compañías están presos aquí, donde no supieron morir, porque no tenían por qué morir, porque no tenían ideales que defender.”

La historia de la Brigada 2506 no concluye con la negociación y el retorno de los mercenarios a la tierra de sus amos. El Presidente Kennedy, al recibir la bandera de la brigada de manos de sus jefes, les prometió enarbolarla muy pronto, en lo alto del hotel Habana Hilton. Su esposa Jackeline los había bautizado como héroes y los hombres más valientes que había conocido jamás.

Aquella selecta tropa no fue totalmente abandonada por el imperio. Otras “misiones” les serían asignadas. La unidad operativa de la CIA en Miami J. M. Wave, los organizó en nuevas unidades, para emprender otros planes contra Cuba, como peones de la “Operación Mangosta”. Se agruparon en la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos, Alpha 66, Comandos L, y otras organizaciones terroristas. A algunos les bastó la lección de la derrota y desistieron para siempre del intento. Pero el imperio y su prosapia amarillista, alimentó en ellos el odio y la sed de venganza. El Pentágono se encargó de crear las unidades especiales de cubanos en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, con centro en Fort Benning, Georgia, a las que sometió a un intenso entrenamiento para los nuevos planes de agresión contra Cuba.

Por otro lado, desde septiembre de 1962, pilotos de la brigada mercenaria, agrupados en lo que inicialmente llamaron Grupo Voluntario Cubano, marcharon al Congo por órdenes de la CIA para masacrar desde sus cielos, al empobrecido pueblo congolés que nacía a la independencia. Entre 1964 y 1965, a los “fumigadores” –término empleado por los pilotos batistianos cuando desde el aire sembraban la muerte–, se le incorporarían infantes que enfrentarían como mercenarios, a los internacionalistas cubanos que junto al Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara, pretendían salvar la honra de la patria de Lumumba y ayudar a los patriotas congoleños a construir un país digno.

En materia de sadismo y crueldad, los mercenarios cubanos en el Congo fueron émulos del rey belga Leopoldo II. El periodista e historiador español Vicente Talón, en su libro “El diario de la guerra del Congo”, dice de ellos:

“Yo los traté en Leopoldville, en el bar la “Pérgola”, que era su cuartel general, y les ví actuar en Stan (Stanleyville) en la zona de Albertville, arando la selva con sus ametralladoras. Eran los únicos, en esa época, que decían estar allí para “combatir el comunismo”, pero, más tarde, cuando una parte de los mercenarios se sublevaron contra Mobutu, los bombardearon a mansalva con la misma determinación empleada antes contra los simbas. Se trataba en realidad de mercenarios. E incluso mercenarios de la peor clase, de la más ventajista y cobarde.”

Bombas y metrallas emplearon aquellos parias contra patriotas congoleses armados con palos y lanzas, o contra sus mismos compañeros. Era la lógica de pensamiento de la escuela de precedencia; la misma que bombardeaba indiscriminadamente nuestras sierras y poblados. Buena parte de aquellos pilotos procedían de la Fuerza Aérea del Ejército de Batista.

Tras la derrota, los mercenarios acusaron a Kennedy y a las fuerzas Armadas de los Estados Unidos, de traidores. Sin embargo, como perros falderos, los siguieron y siguen. Unos marcharon a Vietnam, Laos y Cambodia e hicieron carrera en las filas del ejército imperial. Algunos fueron a Bolivia a combatir contra el Che y otros a Centroamérica contra las guerrerillas de izquierda en El Salvador, Guatemala y Nicaragua.

Otros tomarían nuevamente el camino de África, y en Angola, apoyaron a Sudáfrica y a las bandas de la UNITA de Jonas Malheiro Savimbi, y al FNLA de Holden Roberto. Mercenarios de Girón, en 1975 abrieron en Miami oficinas de reclutamiento de cubanos, para enfrentarlos a nuestros internacionalistas en África. Fundaron el Comando Militar 2506, con el que fueron a Angola a entrevistase en 1978 con los principales jefes de la UNITA y el FNLA. Algunos, hicieron uso público de la emisora contrarrevolucionaria La Voz del Gallo Negro.

La famosa bandera de la Brigada 2506, entregada a Kennedy en el Orange Bowl de Miami, tuvo una historia peculiar. Durante años estuvo guardada en una caja, en un almacén, bajo custodia de la administración de Servicios Generales (GSA) de la Casa Blanca. Tras largas gestiones legales de sus nostálgicos creadores, en 1975 viajó como carga corriente, en la barriga de un avión de la Eastern Airlines, y fue entregada en un salón del aeropuerto de Miami, a un abogado de los mercenarios, previa firma de un recibo como constancia legal. No hubo la más mínima ceremonia ni el más mínimo protocolo.

El protagonismo decisivo de un pueblo

Hastiado de años de ignominia, el pueblo de Cuba mayoritariamente se sumó a la defensa de su Revolución. La hostilidad y agresividad del Gobierno de los Estados Unidos, provocó mayor repulsa, enardeció el patriotismo y cerró las filas. Ni los sabotajes y asesinatos; ni el bandidismo y la piratería; ni las maniobras, ni el asedio y presencia militar permanente de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, lo intimidaron. La explosión del vapor francés La Coubre, cohesionó aún más a los cubanos. Los bombardeos del 15 de abril de 1961, preámbulo de la agresión, exacerbaron la pasión y el fervor revolucionario.

El pueblo cubano acompañó a su liderazgo al entierro de las víctimas de los bombardeos y aceptó el llamado de Fidel, aquel 16 de abril de 1961, de defender la revolución socialista de los humildes, con los humildes y para los humildes. Fue una verdadera masa de pueblo, la que defendió en la Ciénaga de Zapata y a lo largo de toda la isla, su Revolución.   

Nunca antes en la historia de América, un gobierno había entregado las armas al pueblo para que defendiera su soberanía. Hasta entonces, la defensa era misión de los militares. En Girón, y en toda la isla, oficiales rebeldes se confundían con milicianos, policías, y obreros movilizados. Y en el centro del huracán, en el ojo de la tormenta, en las arenas de Playa Larga y Playa Girón, el Primer Ministro y líder de la Revolución, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y el Presidente de la República, doctor Osvaldo Dorticós Torrado, metralleta en mano. Un ejemplo de entereza y valor que ha perdurado para siempre en la conciencia política de nuestro pueblo. Era la herencia mambisa de Céspedes, Agramonte, Martí, Maceo y Gómez: los jefes, con impactante temeridad, siempre los primeros en el combate, siempre los primeros ante el peligro.

De aquella mezcla victoriosa de gladiadores invencibles, se fraguó la base de la definitiva construcción militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, una institución de nuevo tipo en el continente, por mucho tiempo la única que identificara y apreciara con claridad, al imperialismo yanqui y sus fuerzas militares, como la principal amenaza a su seguridad nacional. Era la única, también, cuyo ejército dejaría de tener misiones domésticas de represión y orden interior, para dedicarse por completo a la defensa de la soberanía contra un enemigo externo.

En Girón, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, descolló como excepcional estratega y jefe militar. Apreció correctamente el plan del enemigo y para aniquilarlo, dirigió, sin descanso, el combate en las siguientes direcciones:

  • Liquidación fulminante y contundente de la agresión.
  • Impedir que se internacionalizara el conflicto.
  • Ganar la batalla diplomática.

En Girón, la unidad del pueblo nos dio la victoria y fue una señal inequívoca para disuadir al enemigo. Dónde quiera que el gobierno de los Estados Unidos ha apreciado la división de las fuerzas revolucionarias, se ha aprovechado de ella para emprender la guerra. La historia reciente de la URSS, Yugoslavia, Iraq, Líbano, y hoy Libia, es demasiado elocuente.

En Girón se peleó por América y en América, se peleó por Cuba. Los pueblos del continente clamaron por la isla agredida y hasta un ex presidente de México, símbolo de dignidad continental, en medio de los combates pretendió marchar a la isla para tomar las armas contra los mercenarios. Nos referimos a Lázaro Cárdenas.
 
En el acto efectuado en el teatro Chaplin, por el primer aniversario de la victoria de Playa Girón, nuestro Comandante en Jefe expresó:

“La importancia que desde el punto de vista militar tuvo la batalla en aquel territorio de Playa Larga y Playa Girón, de todo el territorio de la Ciénaga de Zapata, estriba en que la “cabeza de puente” fue destruida rápidamente y que por lo tanto el enemigo no pudo proseguir sus planes. El enemigo no pudo llevar adelante su estrategia, el enemigo no pudo desembarcar el grueso de sus fuerzas. En eso estriba fundamentalmente, la importancia militar de aquella batalla: en que el plan fue aniquilado desde el momento mismo en que no pudieron establecer la cabeza de playa, desde el momento mismo en que no pudieron posesionarse de un pedazo de nuestro territorio. Todos los demás planes quedaron en el aire, puesto que la fuerza que enviaron a cumplir los primeros objetivos fue fulminantemente aniquilada.”

 

“Mientras exista el imperialismo, el Partido, el estado y el pueblo les prestarán a los servicios de la defensa la máxima atención.

La lógica y la racionalidad política nos dice que algún día, los gobiernos de Estados Unidos y Cuba, restablecerán las relaciones diplomáticas. Cuando ello ocurra, si por un instante olvidamos que es nuestro vecino el imperio más poderoso y voraz jamás conocido, y que no tiene amigos, sino intereses, estaremos condenándonos a la desaparición como nación. Mucho rencor guarda respecto a la isla rebelde y soberana, y muchos y variados son sus intereses. Por ello debemos estudiar profunda y permanentemente, la historia de los Estados Unidos en sus relaciones con Cuba y América Latina. Hoy que respiramos aires de Congreso, tengamos presente la alerta de nuestro Comandante en Jefe cuando en el Informe Central al Primer Congreso del Partido, profetizó:

“Mientras exista el imperialismo, el Partido, el estado y el pueblo les prestarán a los servicios de la defensa la máxima atención. La guardia revolucionaria no se descuidará jamás. La historia enseña con demasiada elocuencia que los que olvidan este principio no sobreviven el error.”

Mantener, eternamente vivo, el espíritu de los días gloriosos de Playa Girón y las enseñanzas de aquellos días de combate, es deber sagrado de los historiadores cubanos.

Muchas gracias.