La vigencia del partido Independiente de Color
Ohilda Hevia
En los años 90 del pasado siglo, el Partido Independiente de Color se convirtió en un símbolo importante en los discursos antiracistas que comenzaron a promover algunos sectores de la intelectualidad negra cubana; principalmente artistas e investigadores nucleados en torno a la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). De esa manera, esa entidad política dejó de ser un hecho más de la historia nacional para convertirse en un acontecimiento de la mayor importancia y actualidad.
¿Por qué un suceso que hasta ese momento había sido silenciado en los estudios históricos y hasta en los hogares cubanos cobró de pronto semejante relevancia? Les aseguro, que no fue moda o casualidad, más bien la necesidad de un sector de la población de tener un referente ideológico al cual asirse para enfrentar la nueva y cruda realidad socio-racial a la que de pronto se vieron avocados.
Para nadie es ajeno, que “El Período Especial en Tiempo de Paz”, estremeció hasta los cimientos a la sociedad cubana, y que durante sus primeros años salieron a la luz, y hasta se recrudecieron, muchos problemas no resueltos durante los tiempos gloriosos de la Revolución.
Dentro de ello, el tema del racismo cobró una nueva dimensión. Hubo que reconocer, entre otras muchas cosas, que a pesar de las medidas a favor de la igualdad social dictadas en los inicio del proceso revolucionario, eso no fue suficiente para acabar con el racismo y todas sus manifestaciones. Que aquellos slogans que “ingenuamente” se enarbolaron como: “la discriminación racial en Cuba no volverá jamás” y “se resolvió de manera definitiva el ´problema´ negro en Cuba” no se cumplieron. Antes bien, a la primera gran sacudida que experimentó la Revolución, se abrieron las viejas cajas de pandora y aparecieron otras nuevas.
Al respecto, si bien la máxima dirección de la Revolución en determinadas ocasiones se pronunció en contra de esos “rezagos del pasado” y tomó alguna que otra medida, lamentablemente, y una vez más, el necesario y constante esfuerzo que se requería para combatir ese gran monstruo con muchas cabezas que es el racismo quedó pospuesto ante otras urgencias nacionales.
Fue así como dentro del sector intelectual fueron naciendo distintas iniciativas, contentivas de nuevas maneras de pensar y actuar. A ello no sólo contribuyó la compleja situación socio-política por la que atravesaba la Isla, sino también las posibilidades que nacieron con el ensanchamiento de nuestros intercambios académicos y culturales con otras sociedades, que al igual que nosotros, estuvieron atravesadas por la experiencia de la esclavitud.
La gran afluencia a la Isla de gran cantidad de intelectuales y estudiantes, interesados en nuestra realidad y en nuestro potencial histórico, no sólo nos abrieron las puertas a lo más actualizado que en bibliografía se estaba produciendo en el mundo respecto al tema, sino también propiciaron múltiples maneras de intercambio académico y cultural dentro y fuera de nuestras fronteras. Pero eso no fue todo, también nos trasmitieron las propias experiencias de sus países, en los en los períodos posteriores a la emancipación, la población negra creó espacios y emprendió luchas por conquistar mejores oportunidades económicas y socio-políticas dentro de sus sociedades. Y en las que estos temas, lejos de ser silenciados o parte de un pasado lejano todavía constituyen un punto importante y, en ocasiones, hasta privilegiado en los estudios históricos y en las agendas socio-políticas de sus países. Algo, por lo que aún tenemos que luchar.
Esas maneras de pensar y actuar, que no nos eran del todo ajenas pero que necesitaban de nuevos impulsos, a partir de la combinación de esos elementos, comenzaron a tomar nuevamente calor en nuestra sociedad. Pero esta vez no quedaron en los estrechos marcos de un pequeño círculo sino que se regaron como pólvora y aún continúan haciéndolo, especialmente, dentro de las más nuevas generaciones de intelectuales y hasta entre las personas más humildes y con menos instrucción de nuestro país.
Que de todos los acontecimientos en que históricamente se ha visto involucrada la población negra de la Isla, se haya elegido al PIC y a sus lideres como fuente inspiradora para canciones, documentales, obras de arte y sobre todo, para que en sus espacios de debate reflexionar a partir de una experiencia pasada sobre lo que nos acontece en el presente, no sólo le dan trascendencia y vigencia histórica a esta organización sino que su dimensión rebasa el plano histórico para colocarla en un presente socio-político.
Este hecho, de la mayor importancia plantea un gran reto a los historiadores cubanos: salir del silencio hasta ahora mantenido y dedicarle mayor atención a esta temática. Pero no para “soliviantar pasiones de raza” como expresara en alguna ocasión Juan Gualberto Gómez, ni tampoco para asestarle heridas de muerte al Partido por ver en su ejemplo un reducto del fantasma de la Revolución Haitiana que trajo aparejada un “miedo al negro” que por siglos imperó en la sociedad cubana; todo lo contrario, los estudios deben hacerse con todo el rigor científico, utilizando los instrumentos metodológicos que la modernidad pone a nuestra disposición y, parafraseando al Dr. Oscar Zanetti, movilizando los avales de veracidad que toda obra valiosa debe lograr. En especial, los resultados de estos estudios deben estar encaminados, no sólo a brindar un conocimiento más amplio y profundo de nuestro pasado, sino que a partir de ese conocimiento, tienen que ofrecer propuestas que contribuyan a evitar añejos dolores, re-abrir viejas heridas y lo más importante a construir una sociedad más justa y equitativa.
Para conseguir esos loables propósitos aún son necesarias más indagaciones. Al respecto sólo me permitiré mencionar algunas aristas, a mi juicio no suficientemente explotadas y que podrían poner sobre la mesa, novedosas y más profundas consideraciones respecto al tema.
- Más que seguir insistiendo en mostrar cómo se manifestó el racismo entre finales del siglo XIX y principios de la República, algo que ya ha sido suficientemente abordado, se hacen necesarios estudios colaterales y puntuales que demuestren de manera más sólida la imposibilidad para este sector de la población de acceder dentro de los caminos legales establecidos de conquistar espacios y reivindicaciones socio-raciales. Y con ello tratar de explicar por qué surgió el Partido Independiente de Color. En ese sentido, es vital reconstruir la activa participación de grandes masas de este sector lo mismo en el campo que en la ciudad, en las contiendas electorales de los primeros años republicanos, las redes clientelares y los compromisos que establecieron con sus líderes, y éstos, a su vez, con las grandes figuras de la política. Todo ello, a cambio de oportunidades que luego no se cumplían.
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Igualmente se necesitan, estudios biográficos más profundos sobre los líderes negros y mulatos. Insistiendo, más que en datos biográficos, en su pensamiento respecto a la problemática racial y nacional. Dentro de ello, es fundamental insistir en tres aspectos: A- analizar cómo el hecho que los más destacados líderes se sintieran, primero cubanos y luego negros, -algo que todavía sigue sucediendo-, incidió en los alcances del movimiento en determinados períodos históricos.
B- se requieren estudios puntuales de muchos otros líderes que también jugaron por estos años un papel relevante, y a los que “de pronto” vemos aparecer y desaparecer en los viejos papeles y periódicos, sin poder seguir su trayectoria vital en el tiempo. Y por último: prestar una mayor atención a aquellos que lucharon a las órdenes de Antonio Maceo, quienes tuvieron un comportamiento más radical en la República y divorciado en algunos casos, del pensamiento más conservador encabezado por Juan Gualberto Gómez, Martín Morúa Delgado y otros líderes provenientes de una trayectoria más civil que militar. En ese sentido, sería muy provechoso esbozar distintas líneas de pensamiento dentro de ese sector de la población. - Aún falta, una profunda indagación sobre las diferencias que existieron dentro de las distintas provincias en que tuvo presencia el Partido Independiente de Color, en cuanto a composición social e intereses, cómo se concatenaron a la dirección nacional y hasta donde esas posibles diferencias o complicidades influyeron en el funcionamiento de esta entidad política. De esa forma, se podría saber, entre otras cosas, hasta donde las distintas acciones ejecutadas fueron decisiones de la máxima dirección apoyadas por sus seguidores o eran resoluciones en la que todos o al menos la mayoría de sus miembros apoyaron.
- Un tema imprescindible, es el esclarecimiento histórico y despojado de todo prejuicio y actualidad política del papel que jugó EUA en este acontecimiento. Un análisis que no sólo debe incluir los vínculos históricos que en términos económicos y socio-político nos unió a ese país desde, al menos el siglo XIX del período colonial y durante toda la etapa republicana, sino que especialmente se debe atender, a los múltiples y complejos cambios que fueron experimentando esas relaciones. Aspectos tales cómo, qué valores de aquella inmensa y diversa nación, estimularon al líder Estenoz a recorrerla y a solicitar su ayuda en 1912, aún requieren de nuevas miradas.
- Por último, considero que los estudios no deben detenerse en la masacre de 1912, sino que deben continuar en el tiempo para comprender las profundas huellas psicológicas y sociales que este evento produjo en todos los rincones de la sociedad cubana y cuyo fantasma y los silencios que provocó aún persiguen a los descendientes de esos eventos y a una buena parte de la población de la Isla. Pero, sobre todo, como a pesar del terror, este sector de la población se sobrepuso, una vez más, a esos eventos y readecuando sus estrategias socio-políticas y aprovechando las oportunidades que brindaron los gobiernos de turno, logró ubicar a un gran número de sus miembros, en posiciones socio-económicas destacadas, sin llegar a conformar de modo orgánico el cuerpo de la oligarquía local.
- Para finalizar, deseo retomar la idea con la que comencé esta reflexión: la vigencia del Partido Independiente de Color. Más que la pertinencia de crear un partido compuesto exclusivamente por personas negras, una idea que en más de una ocasión a sido sometida a debate, la prioridad que se impone entre nosotros es la Unidad. No una unidad idílica que nunca vamos a conseguir, sino una que sea capaz de respetar las diferencias, de guardar en un rincón de nuestras memorias las diferencias personales, las cuentas pendientes del pasado y sobreponiéndonos a los temores pensemos en el bien general.
- Una unidad que no se quede en los estrechos marcos de los intelectuales sino que se generalice a más amplios sectores de la población, ansiosa en muchos casos, de involucrarse en causas verdaderamente valiosas e importantes.
- Una unidad, que sea capaz de generar estrategias posibles para, ante los peligros que actualmente se ciernen sobre la sociedad cubana, los negros seamos capaces de- reproduciendo la solidaridad clánica que un día trajeron nuestros antepasados de África- crear redes de solidaridad para ayudarnos los unos a los otros, para no volver a ocupar las posiciones más bajas de la escala social en la que por siglos estuvimos ubicados.
- En fin, una unidad que nos convoque a luchar desde dentro de la Revolución y con la ayuda de los más amplios sectores de la sociedad por mantener el lugar que nos corresponde en esta sociedad que con nuestra sangre y esfuerzo hemos ayudado a construir.