El trienio liberal y el triunfo del proceso de la 1era independencia

Los años que transcurren entre 1820 y 1826 dieron lugar a un hecho singular dentro de la primera independencia americana, el surgimiento de la idea de la constitución de ejércitos libertadores que extendieron su acción más allá de su lugar de origen, como ocurre con los formados: por José de Santa Martín para conquistar Chile y atacar por mar al Perú; y el aglutinado por Simón Bolívar o sus lugartenientes, hacia Popayán y Perú, que culmina con la fundación de la actual Bolivia. Proceso que si bien permitió una vigorización del patriotismo regional, no dio lugar a la materialización del sueño bolivariano de constituir una Hispanoamérica integrada.

El surgimiento de estos ejércitos libertadores implicó una nueva opción para la independencia política de Cuba con respecto a España, en la misma medida que la acción propiciada por Bolívar con respecto al Perú, bien podría extenderse a la mayor de las Antillas. Con lo cual se extinguiría –por demás- el peligro de que con los aportes monetarios de la Isla pudiera España nuevamente –como ocurrió entre 1814 y 1817- dar al traste con los progresos alcanzados por los patriotas. Y se cumplía el interés expreso de algunos integrantes de los sectores pudientes de toda la Isla, que como comisionados viajaron a Colombia en 1823 para entrevistarse con el Libertador.

Los avances que las tropas patriotas alcanzaron cuando Bolívar triunfa en Boyacá, Colombia (1819), y San Martín hace otro tanto en Maipú, Chile (1818), tienden a una progresión mayor al sublevarse las fuerzas militares que en Andalucía (España) estaban destinadas a reforzar a los realistas en territorio americano.  El movimiento liderado por el capitán Rafael Riego el 1º de enero de 1820, impuso nuevamente al rey las Cortes y la Constitución de 1812, además de un gobierno de corte liberal moderado. Todo lo cual origina, de conjunto, un hecho hasta ese momento inédito en el occidente cubano, que el movimiento político reformista auspiciado por el grupo plantador no fuera el dominante.

Las razones por las cuales el grupo plantador, económicamente hegemónico y portador de una ideología que aplica a su realidad lo más avanzado del pensamiento occidental, no fuera el preponderante en la sociedad, están ligadas a fenómenos externos. Entre ellos, la reimposición del régimen liberal en España, y las repercusiones de los avances de las fuerzas patrióticas americanas. Todo ello expresado en la acción disímil de unas 20 mil personas que en condición de población flotante residían en La Habana, más una tropa de 10 mil 567 soldados, muchos de ellos integrantes de una avanzada de los militares que acantonados en Andalucía fueron los promotores del Grito de Riego. Este conjunto hace que la población de la capital estuviera compuesta por un 21.1% de residentes extranjeros.

Una de las tendencias a tener en cuenta resulta del avance de las tropas realistas en América hacia 1814. Razón por la cual muchas familias de patriotas en el continente se trasladaron a Cuba por su propia voluntad, o en condición de deportados, como sucedió en los casos del argentino José Antonio Miralla y Molina, el guayaquileño Vicente Rocafuerte Bajarano y el colombiano José Fernández de Madrid , quienes se consideran los promotores en la isla de una logia masónica al estilo de las lautarianas , antecedente de la auspiciada por el habanero José Francisco Lemus, y el colombiano Barrientos, bajo el nombre de “Rayos y Soles de Bolívar”, y que fue la promotora de una conspiración destinada a lograr con la colaboración de Colombia su separación de España.

Otra de principal implicación política fue la de los militares que regimentados en los batallones de Málaga y Cataluña, eran una avanzada, en un primer envío, de las tropas que acantonada en Andalucía dieron lugar al Grito de Riego, y que reprodujeron en la capital el movimiento de logias que predominaban en ese momento en España, como era el caso, entre otras, de la de los comuneros. Esta logia, a la que estaba adscrita, también, el capitán Rafael Riego, tuvo una participación destacada en que el Capitán General, Juan María Cagigal, tuviera que jurar la Constitución de 1812, tal como ya se había efectuado anteriormente en España.  Estos militares contaron con el más decidido apoyo de españoles entonces residentes temporales en la Islas, y que relacionados por distintas vías con el comercio, formaron una Milicia Nacional integrada, en lo fundamental, por  peninsulares. Ellos fueron responsables, entre otras acciones, de que se le cambiara el nombre a la calle Mercaderes, por el de Constitución.

México fue otro de los territorios afectados por la posibilidad de que tropas españolas acantonadas en la Isla, y financiadas desde su territorio, la invadieran. Al igual que Colombia, propició una acción destinada a alcanzar la separación de Cuba de su metrópoli. Para ello se fundó la logia del Águila Negra, a la que estuvo vinculado el presidente mexicano Guadalupe Victoria, la que tuvo una amplia repercusión en la Isla. Además de conocerse que desde Yucatán, el general López de Santa Anna preparaba una expedición armada para invadir el territorio insular.

Lo crítico de la situación interna de Cuba para preservar la tranquilidad que asegurara el avance del proceso productivo, fue uno de los retos que enfrentaron el grupo plantador y los sectores medios, en momentos que la opción independentista ganaba más adeptos debido al auspicio externo. La presencia en este momento de un gobierno exponente de los sectores liberales españoles, creaba situaciones no exentas de tirantez. Pero, como había sucedido en una etapa anterior, aún el liberalismo hispano en el poder necesitaba de los aportes de la Isla a las siempre deterioradas arcas españolas. De ello fue ejemplo, el Capitán General Nicolás Mahy, designado por los sectores liberales hispanos para gobernar la Isla, quien asumió una política conciliadora favorable en más de un aspecto al reformismo insular.

Ya desde su arribo a la Isla en marzo de 1821, Mahy se mostraba alarmado por el grado de perturbación que encontró en el país debido a la proliferación de las logias y sociedades secretas. Lo que explica, en parte, su trabajo mancomunado con Arango en muchos de los asuntos más importantes, como fue su decisión de no cumplir una nueva ley arancelaria -influida por sectores vinculados a intereses gaditanos- contraria a los avances que en este rubro se habían alcanzado en los últimos años. Mahy la desestimó por considerarla destructora de la felicidad de la colonia. Asimismo, fue celoso de mantener la disciplina del ejército, para impedir nuevas intervenciones que fueran impropias al mantenimiento de la paz interior. Y evitó, con fuerza, los excesos en la aplicación de la libertad de imprenta, encarcelando a más de un exponente del sector españolizante, como fue el caso de Tomás Gutiérrez de Piñeres.

En cuanto a la beligerancia de los plantadores en las actividades administrativas y de relaciones con el gobierno insular, tampoco hubo modificaciones sustanciales durante el trienio liberal. El rey le dio rango de Consejero de Estados a Arango, a finales de 1820, cargo que no pudo ocupar de inmediato por problemas de salud, debiendo abandonar por esta causa su labor como integrante de la Comisión Mixta, destinada a juzgar las tripulaciones y los dueños de las embarcaciones sorprendidas en el momento del desembarco de un cargamento de esclavos. Desempeñándose, asimismo, como Superintendente de Hacienda en carácter de interino, en sustitución de Javier Arambarri. Y avanzó, por otra parte, la carrera administrativa de Claudio Martínez de Pinillos, quien sustituyendo en 1821 al intendente Ramírez en su cargo –fallece en abril de ese año- coadyuvó decisivamente para la no aplicación de los aranceles del año 1820, obteniendo con ello considerables anticipos monetarios, que utilizó para la creación en 1822 del Depósito Mercantil de La Habana, dependencia que ayudó a surtir otros mercados con los principales renglones y productos que producía el país. Y se tuvo en cuenta en el Gobierno de Madrid las sugerencias del diputado Tomás Gener, para que en el año 1823, se nombrara en la Capitanía General de la Isla a Francisco Dionisio Vives. La designación del nuevo gobernante puede considerarse decisiva en la desarticulación de la conspiración de los Rayos y Soles de Bolívar, con el cautiverio de algunos de sus principales líderes, entre ellos, el habanero José Francisco Lemus.

Pero como también sucedió en la etapa de 1808 a 1814, el trienio liberal fue decisivo para la maduración del pensamiento que en representación de los sectores medios radicales, propició el presbítero Félix Varela, o el que, debido a las circunstancias imperantes en el período liberal, debió expresar Francisco de Arango y Parreño, en nombre de los vinculados con el proceso plantacionista. Parte de los avances manifiestos en el pensamiento de Varela se dan a conocer cuando aplica al Derecho Constitucional sus adelantos en el campo filosófico, para fundamentar la forma en que este debería concebirse para la isla, para sus habitantes, y sus necesidades. Fruto de este momento, fue la publicación (1821) por el Obispo Espada de las “Observaciones sobre la Constitución política de la Monarquía española por Félix Varela”.

Un segundo momento, se pude aislar hacia 1822 cuando Varela logra ocupar, después de un año de permanencia en la península, su asiento de Diputado en las Cortes. Durante el tiempo que tardó en su incorporación, Varela preparó un riguroso plan de acción, del que resulta un proyecto de Gobierno Autonómico, presentado el 2 de diciembre de 1822, y otro, mucho más riesgoso y osado, sobre la extinción de la esclavitud. En el primero, las tesis sobre la autonomía tomarían un vuelo y una concepción que superaría el presentado a inicios del XIX por el padre José Agustín y Caballero. Lo que pretendía Varela era el poder establecer en las Provincias Ultramarina un gobierno político que regido por los principios generales de la Constitución expresara las necesidades propias a la autoctonía americana, en correspondencia a sus singularidades de clima, población, estado económico, costumbres e ideas. La descentralización necesaria para la creación de esta Diputación, sería el paso inicial para la aceleración de la integración de los factores nacionales y una forma mediante la cual los insulares podrían manejar sus propios asuntos .

En lo concerniente a su proyecto de extinción de la esclavitud, el presbítero vierte consideraciones de corte similar a las planteadas por Arango en su “Voto particular…” de febrero de 1816, al señalar que esa misma Inglaterra que ahora ostenta una filantropía tan hija de intereses como lo fueron sus pasadas, esa misma Inglaterra cuyo rigor con sus esclavos no ha tenido ejemplo, esa misma introdujo en nuestro suelo tantos males, y si ha cesado en tales prácticas es porque han acabado aquellas conocidas ventajas . En esta misma tónica de coincidencia, Varela no se adhiere al abolicionismo inglés, que se plantea la destrucción de la economía exportadora cubana. Y si bien su posición es la de elaborar un proyecto que, por un lado, tuviese presente los intereses de los propietarios de esclavos, y, por otro, las necesidades de extinguir la esclavitud. Para él, los negros y mulatos libres nacidos en Cuba son tan cubanos como los blancos y tienen el derecho inalienable de la libertad . 

En resumen, hay múltiples coincidencias entre Arango y Varela, pero su punto de divergencia fundamental es todo lo que se relaciona con la esclavitud, sobre la cual si bien Arango puede admitir por cálculo el término de la trata, porque resulta del todo imposible, poco práctico y aún perjudicial oponerse al mandato inglés, nunca estaría de acuerdo con su extinción, y mucho menos que los negros y mulatos, aunque nacidos en Cuba, sean iguales a los blancos.

En lo pertinente a la independencia Varela es partidario para el caso de Cuba la descentralización, presente en sus apreciaciones sobre el Proyecto autonómico, y para América el reconocimiento de la independencia según el camino que estos mismos territorios habían emprendido. La base de este proceder se sustenta en que para él antes de la fundación del estado nacional, es necesario preparar la conciencia que lo posibilite, en el entendido que la nación sería el resultado del patriotismo, pues si bien todavía no hay pueblo cubano, existen los elementos que podrán conformarlo .

En lo concerniente a Arango, quien a diferencia de Varela no desarrolló sistemáticamente el conjunto de sus ideas, y se distinguió, más bien, por su pragmatismo, manifiesto en alcanzar lo que perseguía sin tener que poner al descubierto el conjunto de sus intenciones. Encontramos, también en este período, uno de sus papeles más reveladores de su pensamiento, lo que expone al contestar, el 12 de septiembre de 1823, al abate M. de Pradt, sobre la posible venta de Cuba a la Gran Bretaña, y su vaticinio de que la Isla no sería española ni inglesa, sino independiente ya fuera liberada por sí misma o por sus vecinos americanos.

Al igual que lo había hecho en 1808, Arango vuelve a manifestar el argumento de que para la Isla era necesario precaverse de la fatal trascendencia de los riesgos exteriores y del peligroso contacto de sus convulsiones internas, que pudieran ser en el país más temibles que en ninguna otra parte. Quince años después, Arango retorna sobre esta idea partiendo de la afirmación que puede ser capaz de formar por sí sola un soberbio Estado, pero sino mantiene el estado de quietud y subordinación que mantiene el hombre que quiere ser algo después, le tocará de seguro la suerte que al joven incauto, que antes de tiempo quiere gobernarse por sí mismo: le “sucederá mucho más; porque éste, al menos, no tiene lejos ni cerca enemigos que le ataquen, y Cuba los tendrá sobre sí de diferentes clases en el momento que trate cualquier Revolución” .

En resumen, tanto Arango como Varela coinciden en que no se puede propiciar de inmediato un proceso independentista. Para Varela hay que preparar primero la conciencia (patrotismo-nacionalidad) que haga luego posible alcanzar la nación. Para Arango, debe anteponerse un estado de subordinación y quietud hasta que se creen las condiciones de formar ese soberbio Estado, lo que sintetiza al plantear “¡Adorada Patria mía, oye con atención lo que te digo con lágrimas! El supremo creador te puso donde serás algún día, para gran parte de la América, lo que Albión es para Europa,, de ti depende el que nuestros descendientes ocupen tan eminente lugar” .

En el balance que implica el análisis de la participación de Cuba en el primer proceso independentista, deberá tenerse en cuenta que la Isla, debido a las condiciones excepcionales en que se aplicó en ella el pacto colonial, a partir del último tercio del siglo XVIII, disponía de la autonomía a la que se aspiraba en los inicios del proceso juntista por el resto de los territorios americanos. Y en cuanto a su avance económico, logró propiciar un proceso plantacionista, para el propio beneficio del grupo hegemónico plantador, disponiendo para ello de un plan con fines bien definidos desde 1792 por intermedio del “Discurso de la Agricultura…” que además de resultar efectivo para ligarla al mercado mundial en condiciones de competitividad y funcionalidad, contó con la anuencia del absolutismo, y le permitió disponer consenso en una buena parte de sus fines de una buena parte de los sectores subalternos de la sociedad cubana.